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Actualizado: 12 de noviembre de 2025


Es superior á esta última la comedia titulada A Madrid me vuelvo, una de las más antiguas de Bretón, que junta los atractivos del idilio con la delicadeza de las comedias de carácter, al contraponer una á otra la vida de la ciudad y del campo.

Vuelvo, pues, a mi tema. Toda virtud mundana será egoísmo; pero lo es más la caridad, ya que se funda en firme creencia y en esperanza clara y evidente de que será recompensada.

Todo esto lo he pensado rápidamente; al mismo tiempo que lo pensaba le ponía la mano en el hombro al señor grueso, y gritaba: ¡Sarrió! Y entonces el hombre gordo ha vuelto la cara, una cara con ojos pequeños y ribeteados de rojo, y he visto tristemente que no era Sarrió. ¿Dónde vivirá? ¿Dónde comerá? Vuelvo a pasar por casa de Botín; vuelvo a pasarme frente a la vitrina de Lhardy. ¡Y no lo veo!

Acabo de ver al sucio de Antonio propasarse contigo sin que te hayas dado por ofendida... Por milagro de Dios no le he dejado clavado á la pared como un sapo... Vuelvo á suplicarte que si me aprecias en algo dejes de hablar con ese hombre... Ya te he dicho que no lo puedo soportar... ¡Vamos, que no puedo!... Pues haz por soportarlo respondió secamente la joven.

Y otros ratos parece que me vuelvo el hombre de más seso del mundo, ¡y se me ocurren unas cosas...! De tan sublimes que son no las puedo expresar; me tiembla la lengua, me la muerdo y escupo sangre... Después me quedo como el que sale de un desmayo». Acuéstate y descansa le propuso su mujer compadecida y asustada . Eso no es más que cansancio de tanto discurrir.

Obdulia, viendo el rayo marchar otra vez hacia su confesor, halló palabras para desviarlo. Vuelvo a decirle, señor obispo, que el padre Gil nada sabe de este paso... que se morirá de pena y de vergüenza si llega a conocerlo, porque es la modestia y la humildad personificadas.

Yo doy hasta por indiscutible que el amor de Luz sea el más hechicero de todos los amores... de la misma clase; pero y con esto vuelvo a lo que quedó pendiente ¿sabe usted todavía lo que son otros amores? ¿Sabe usted que no son los más sabrosos los que más lo parecen a la simple vista?

Quiero libertarme de esta mujer y no puedo. La aborrezco y casi la adoro. Su espíritu se infunde en al punto que la veo, y me posee, y me domina, y me humilla. Todas las noches salgo de su casa diciendo: esta será la última noche que vuelva aquí; y vuelvo a la noche siguiente.

Justamente a la noche siguiente apareció en la tertulia el conde. ¿Cómo? ¿Usted por aquí? ¿Ha regresado ya de la Granja? le preguntó D. Pedro, clavándole una mirada penetrante. Definitivamente, no. Tengo el coche abajo, y me vuelvo a dormir. Se aburre usted allí, ¿verdad? le preguntó D. Cristóbal Mateo. Por el día no.

Hasta la puertecilla del muro, pero no más adelante. Iré al cenador. ¡Que me ahorquen si lo permito! exclamé levantándome y apoyando la espalda en la repisa de la chimenea. Sarto añadí, tengo confianza en esa mujer e iré. Pues yo no tengo fe en ninguna mujer, y no irá usted. O acudo a la cita o me vuelvo a Inglaterra le dije.

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