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Actualizado: 19 de septiembre de 2025
Anduvimos más, y al principio de la fachada de otro edificio, ayudado por cuatro tubos de gas que la decoraban, volví á leer Champeaux, y más adelante, en letras mayores, restaurant Champeaux, y en el otro extremo, Champeaux, y muy abajo, casi rayando con la acera, restaurant Champeaux.
«Oye le dijo en secreto Guillermina, deteniéndola, y ambas se miraban con picardía; con veinte duros que le sonsaques hay bastante». iii «En Bolsa no se supo nada. Yo lo supe en el Bolsín a las diez dijo Villalonga . Fui al Casino a llevar la noticia. Cuando volví al Bolsín, se estaba haciendo el consolidado a 20. Lo hemos de ver a 10, señores dijo el marqués de Casa-Muñoz en tono de Hamlet.
Hacía tres noches que no iba por no encontrarme de frente con Suárez. A las altas horas di algunos paseos por la calle de Argote de Molina y volví a sentir un placer intenso viendo la reja de Gloria cerrada. Amaneció, al fin, el día 20 de agosto, memorable en el curso de esta verídica historia. Amaneció brillante como todos los anteriores, más que los anteriores, a mi juicio.
Yo por mi parte había tenido bastante sangre fría para no hacerla sospechar el verdadero interés que me inspiraba. Volví a mi casa preocupado, dominado por el efecto que había causado en mí la vista de Amparo.
Hace algunos días hice un supremo esfuerzo de voluntad y volví a él... Allí me siento y bordo a su lado... él me deja hacer... me dirige una palabra de cuando en cuando... una palabra indiferente... ¡Oh, qué terrible cosa! El corazón de Beatriz se abrió de nuevo y lloró largo rato en silencio. Te preguntaba, hija mía repitió la señora de Aymaret , si está muy adelantada su obra.
Abajo, en la orilla del agua, las ruinas de un lazareto, invadido completamente por las hierbas; luego barrancos, malezas, rocas enormes, algunas cabras montaraces, caballejos corsos triscando con las crines al viento; finalmente, allá arriba, en la altura, entre un torbellino de aves marinas, la casa del faro, con su plataforma de mampostería blanca, donde paseaban los torreros de un lado a otro, la verde puerta ojival, la torrecilla de hierro fundido, y encima la gran linterna, cuyas facetas brillan al sol y despiden luz aun en medio del día... He aquí la isla de las Sanguinarias, tal como la volví a ver en mi imaginación esa noche, al oír roncar mis pinos.
»No pude menos de temblar, sugestionado por aquella fatal coincidencia en la que creí ver la imagen de mi propio destino. De igual modo va apagándose el único rayo de luz que ha rasgado las tinieblas de mí vida... Me volví a mi cuarto llorando como un niño.» «No estaba yo en lo cierto, Antoñita; también su tío tiene momentos de desesperación y abatimiento profundos.
Y volví los ojos al sendero de la montaña, y le vi trepar entre los pedruscos y los escajos bravíos de una sierra calva; y distinguí detrás de ella, la loma de otra sierra más alta, y por encima de ésta, otra y sobre su cumbre la de un monte que las asombraba a todas; y así sucesivamente, hasta perderse las últimas desvanecidas en un ambiente brumoso y tétrico que no me dejaba percibir con claridad los dos peldaños de aquella escalera disforme, entre los cuales se escondía la sepultura en que, por un mal entendido sentimiento filantrópico, había resuelto yo enterrarme vivo.
Apoyé la mano en la cerradura: estaba puesta la llave. Me alejé, volví, torné a alejarme. El corazón me latía hasta romperse, estaba como embrutecido y temblaba de pies a cabeza. Vagué por el corredor en completa oscuridad; luego me quedé como clavado en un sitio sin ninguna idea de lo que iba a hacer.
Y, sin embargo, me daba cuenta de que nada en aquella crisis de mi vida habría podido curarme como el amor de una criatura como esa. Volví a su lado, pero nada le dije.
Palabra del Dia
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