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Actualizado: 19 de septiembre de 2025
Tres horas despues, cuando contemplaba las ruinas de que he hablado, ví al pié de un árbol un hombre que tenia en la mano una cartera de dibujo.... Era mi Inglés, que tomaba el diseño de unas ruinas confundidas con un grupo de árboles, cerca del rio Francolí. Volví á bordo y me puse á escribir unos versos para mi esposa.
Me respondió que su amor era tan grande como el mío y empezó á estrecharse más contra mi pecho. Turbado y ebrio de voluptuosidad, quise acercar mis labios á los suyos; pero en aquel momento me sentí cogido por unas manos de hierro. Volví la cabeza y se me figuró ver el rostro pálido del conde. Todo desapareció y mi sueño quedó disipado, como las imágenes de un cuadro disolvente.
Eso era tan conmovedor, tan lleno de abandono, que me sentí completamente desarmado. Volví a sentarme, pues, por un momento... hablé de cosas indiferentes... y me despedí, en cuanto pude hacerlo sin demostrar enojo. Acompáñalo dijo el viejo a Yolanda, y sé amable con él; es el hombre más rico de estas tierras.
Y cuando me metieron en el convento, también... ji ji ji... besos por el aire... y tú sin acordarte de mí, malo...». ¡Sin acordarme! Desde que volví de Valencia te estoy dando caza... ¡Lo que he pasado, hija! Ya te contaré. Y al fin te he cogido... ¡ah, buena pieza!
-Aquí vive -repondió la niña- un caballero de ese nombre, pequeño de cuerpo. Y, por las señas, dije yo que era él, y las supliqué que le dijesen que Diego de Solórzana, su mayordomo que fue de las depositarías, pasaba a las cobranzas y le había venido a besar las manos. Con esto me fui y volví a casa de allí a un rato.
Recogí el sombrero, me lo puse, y volví a alzar la cabeza y a remitir otra sonrisa, acompañada esta vez de un ligero saludo. Pero mi agresor seguía inmóvil y aterrado sin darse cuenta ni poder explicarse las amables disposiciones en que su víctima se hallaba.
La Gorgheggi calló un momento, porque la ahogaba la emoción; ira, pena, vergüenza.... Dos lágrimas, que debían de saber a vinagre, se le asomaron a los ojos. El infame tuvo el valor de insultarme como a una mujer perdida...; me amenazó con la justicia, con plantarme en el arroyo.... Yo eché a correr; salí a la calle, como estaba, sin sombrero.... Pero volví.
He dicho limosna, porque esta rara contribucion, esta curiosa prevision del Erario francés, me huele al saco del convento. Yo me volví á mi mujer, y la dije en nuestro idioma: aquí se ha verificado una trasmigracion casi portentosa. El franco que nos piden, se escapó sigilosamente del convento de las hijas de Santo Tomás, y se escondió en el palacio de la Bolsa. ¿Qué franco nos piden?
«Y cuando volví a la vida, porque volver a la vida fue aquello, encontreme como el que sube a un monte muy alto, muy alto, y ve todas las cosas de golpe, reducidas a mínimo tamaño.
Una voz jovial hablaba con la señora de Marques; y la cancela de la escalera cerróse sutilmente. ¿Quién acaba de salir ahora, doña Augusta? pregunté sudoroso. Cabritilla que va a la oficina... Volví a mi cuarto: todo reposaba tranquilo, idéntico, real. El infolio estaba aún abierto por la página temerosa.
Palabra del Dia
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