United States or Barbados ? Vote for the TOP Country of the Week !


Al oír esta grosería, Germana perdió la paciencia y replicó: Señora, ya está usted viendo que me encuentro bien. Puesto que únicamente había venido para enterrarme, su misión ha terminado, y nada tiene ya que hacer aquí. La señora Chermidy se instaló resueltamente en el banco de piedra diciendo: No me iré sin haber visto a don Diego. ¡Don Diego! exclamó la convaleciente . ¡No lo verá usted!

¡Ajá! ¡conque cuentas ya con mi muerte! grita el viejo, montando otra vez en cólera; ¡querrías seguramente enterrarme vivo y tirar en seguida el manotón a Krakowitz para redondear tus tierras! ¿Le has echado el ojo a mi Krakowitz desde hace tiempo, eh? Imposible hacer entender razones a ese energúmeno; me decido a emplear los grandes recursos. Oye entonces mi última palabra: le digo.

¡Pero vos lo sabéis todoacabáis de llegar!... Súpelo en San Marcos, y fué un día grande para ; el único de grandeza que conozco al rey Felipe III; como que desterraba de la corte á vuestro marido, y á me permitía venir á enterrarme en ella, ó mejor dicho, á enojarme. ¡A enojaros! por cierto, á enojarme en vuestros ojos. ¡Ah, don Francisco!, el amor debía tener un decálogo. ¡Torpe soy!

Íbanse poco a poco entrando en lo más áspero de la montaña, y Sancho iba muerto por razonar con su amo, y deseaba que él comenzase la plática, por no contravenir a lo que le tenía mandado; mas, no pudiendo sufrir tanto silencio, le dijo: -Señor don Quijote, vuestra merced me eche su bendición y me licencia; que desde aquí me quiero volver a mi casa, y a mi mujer y a mis hijos, con los cuales, por lo menos, hablaré y departiré todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con él por estas soledades, de día y de noche, y que no le hable cuando me diere gusto es enterrarme en vida.

El tapiz de musgo, que tantas veces nos había servido de asiento, conserva su frescura: la ruina amenazadora que lo domina, aun permanece en pie; yo había pensado algunas veces que podía enterrarme en su caída, y he aquí que ha sobrevivido al amor inmortal que ella me había jurado, a la inmortal felicidad que yo me había prometido.

Y volví los ojos al sendero de la montaña, y le vi trepar entre los pedruscos y los escajos bravíos de una sierra calva; y distinguí detrás de ella, la loma de otra sierra más alta, y por encima de ésta, otra y sobre su cumbre la de un monte que las asombraba a todas; y así sucesivamente, hasta perderse las últimas desvanecidas en un ambiente brumoso y tétrico que no me dejaba percibir con claridad los dos peldaños de aquella escalera disforme, entre los cuales se escondía la sepultura en que, por un mal entendido sentimiento filantrópico, había resuelto yo enterrarme vivo.