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Actualizado: 11 de junio de 2025
Descendimos de la torre de la Vela para entrar al santuario del arte voluptuoso de los orientales, haciendo el mas raro contraste con el palacio de Cárlos V. ¡Qué de páginas de civilizaciones distintas, trazadas con piedra sobre una misma colina! Asi, en solo un espacio reducido, cuántas razas y civilizaciones distintas tienen su representacion!
Un clima agradabilísimo, completamente humanizado, y que sería voluptuoso á no estar saturado de un no sé qué que da lugar á la reflexión, aleja de la mente los ensueños y nos vuelve á la realidad.
Cuando, ya cerca de la noche, mientras subían cuestas que el ganado tomaba al paso, el nuevo Presidente de Sala le preguntaba si era él por su ventura el primer hombre a quien había querido, Ana inclinaba la cabeza y decía con una melancolía que le sonaba al marido a voluptuoso abandono: Sí, sí, el primero, el único. «No le amaba, no; pero procuraría amarle». Cerró la noche.
En los grandes hoteles, en los numerosos y espléndidos cafés, en los teatros, las iglesias, las plazas y todos los monumentos hay un lujo de pavimentos que admira. El café de «Apolo», uno de los mas bellos y originales que he conocido, divierte y llama la atención al viajero, y da una idea del carácter ardiente, cordial, voluptuoso y expansivo de la población gaditana.
Indicarémos para los órganos génito-urinarios, el aumento de las orinas, su sedimento oscuro, su mezcla con la sangre, y el ardor en todo el canal al orinar, y además, leucorrea espesa, por lo comun nocturna, irritacion vaginal, punzadas y reglas anticipadas; y en el hombre, prurito violento, ereccion y prurito voluptuoso sin escitacion de las partes esternas.
Toda la inocencia de sus ojos, toda la pureza de sus contornos virginales se borraba bajo el poder de aquella llama maliciosa y lasciva, transformándola en un ser distinto, fiero y voluptuoso al mismo tiempo, bien lejano por cierto del verdadero. Ricardo lo comprendió y le dijo: No; este color no te conviene... Vente a este otro... Y la puso debajo de un rayo de luz verde.
Era alta, delgada, rubia, graciosa, pero no tanto como pensaba ella; sus ojos pequeñuelos que cerraba entornándolos hasta hacerlos invisibles, tenían cierta malicia, pero no el encanto voluptuoso por lo picante, que ella suponía. Al tocarla la mano cuando no tenía guante, notaba el tacto el pringue de alguna golosina que Visita acababa de comer.
Y apretaba más. ¡Más! volvía a decir. Seguía apretando mientras en sus ojos chispeaba una sonrisa maliciosa. ¡Más! ¡más! Basta decía ella levantándose. ¿Lo ves? ¡ya te hice sangre! ¡Qué atrocidad, ni que fuese un perro! E inclinándose de nuevo, chupaba con afán voluptuoso la gotita de sangre que saltaba en el brazo. Ambos sonreían con pasión reprimida.
Sus piernas flaqueaban; sus brazos desmayados caían con abandono voluptuoso. Del pecho le brotaba una risa juguetona, que iba afluyendo de su boca, cual arroyo sin fin, y Pacorrito reía y se agarraba con ambas manos á la pared para no caer.
Ella se dejaba columpiar dentro de la blanda barquilla en aquel navegar aéreo de sus ensueños.... Y mientras los personajes de su fantasía se decían ternezas, ella les preparaba un suculento almuerzo en un jardín de fragancias purísimas y penetrantes. Ana aspiraba con placer voluptuoso los aromas ideales de sus visiones turgentes.
Palabra del Dia
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