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Actualizado: 20 de junio de 2025


«¡Si no te largas, de la patada que te doy...!». Fue tras ella; pero Papitos se puso a salvo. Parecía que volaba. Desde el fondo del pasillo, en la puerta de la cocina, repetía sus burlas, haciendo con las manos gestos de mico. Volvió él a su cuarto muy incomodado y a poco entró ella otra vez. «¿Qué buscas aquí?». Vengo a por la lámpara para aviarla...

Y al empuje vigoroso del joven, el columpio volaba, y la niña cerraba los ojos dilatando la nariz con un sentimiento de intenso placer. Gonzalo gozaba en verla así arrobada. Transcurrieron veinte días de esta suerte. Durante ellos recibieron dos visitas de Pablito y Piscis, una vez en tílburi y otra a caballo.

Le deseé buena noche y me fui a recorrer el tren de un extremo a otro. Nada más cómodo que esa facilidad que permite estirar las piernas y distraerse con el cambio de aspectos. ¡Cómo volaba aquel monstruo para cuya carrera la tierra parecía ser pequeña! Vista desde el último vagón, la vía daba vértigo.

Tampoco se supo en qué tiempo inverosímil Salvador ensilló su caballo por mismo; y mientras Rita clamaba a todos los santos del cielo y el pastor se quedaba con un palmo de narices, él volaba hacia Rucanto, en velocísima carrera, que levantaba chispazos de lumbre bajo las herraduras del potro.

El no percibía delante de más que un gran agujero negro donde iba a sumirse. Los altos álamos que orlaban la carretera, pasaban raudos a su lado como negros fantasmas. ¡Up, up, up! El noble bruto volaba como si le clavase el acicate. Así corrió por espacio de media hora. Es imposible se dijo. Su caballo es aún mejor que el mío, y me llevaba una delantera de dos tiros de fusil lo menos.

Chichí le contempló grave y reflexiva, colocando la mitad de su pensamiento en el recién llegado, mientras el resto volaba lejos, en busca de otro combatiente. Las doncellas cobrizas se disputaron la abertura de un cortinaje, pasando por este hueco sus curiosas miradas de antílope.

«Ella también iba a renacer, iba a resucitar, ¡pero a qué mundo tan diferente! ¡Cuán otra vida iba a ser de la que había sido! se preparaba a misma una vida de sacrificios, pero sin intermitencias de malos pensamientos y de rebelión sorda y rencorosa, una vida de buenas obras, de amor a todas las criaturas, y por consiguiente a su marido, amor en Dios y por Dios». Pero entretanto, mientras no podía moverse de aquella prisión de sus dolores, el alma volaba siguiendo desde lejos al espíritu sutil, sencillo, a pesar de tanta sutileza, de la santa enamorada de Cristo.

Los únicos momentos felices del desdichado eran los que pasaba en oración en el ángulo de alguna iglesia solitaria: oculto detrás de un pilar, aspirando los acres olores de la cera y la humedad, escuchando el chisporroteo de los cirios y el leve rumor de las plegarias de los pocos fieles distribuidos por las naves del templo, su alma inocente dejaba este mundo, que tan cruelmente le trataba, y volaba a comunicarse con Dios y su Madre Santísima.

Otro bonito colorín, diestro cimbel, asido á la varilla saliente que estaba fija á una tabla de pino, volaba á cada momento hasta donde lo consentía el hilo largo que le aprisionaba, y volvía con mucho donaire á posarse en la varilla. Los jilgueros cantaban de vez en cuando y animaban la habitación. Arrimadas á un ángulo había dos escopetas de caza.

Y volaba, volaba, tramontaba los volcanes, y seguía, a través de bosques y espesuras, en busca de regiones amadas, de rostros amigos, de voces cariñosas.

Palabra del Dia

rigoleto

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