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Actualizado: 20 de junio de 2025


El coche volaba por la carretera con la arrogancia de un carro triunfal, y en su interior, los dos esposos, agarrados del talle, mirábanse con pasión. El sombrero de Luis estaba a sus pies, y ella le acariciaba la cabeza, despeinándole: el juego favorito de su luna de miel. Y Luis reía, encontrando el suceso graciosísimo. Nos van a tomar por novios impacientes.

Diciendo estas palabras, el señor Aubry tomó afectuosamente el brazo de su mujer y la mano de su hija, como cuando era pequeña, y agregó alegremente: ¡A la mesa, hijas mías! Por la noche, cuando María Teresa se retiró a su cuarto, se instaló cerca de la chimenea, con un libro; pero su espíritu volaba lejos de lo que trataba de leer.

Tenía un aspecto tan radiante, su dulce fisonomía respiraba tal contento, que todavía me río al recordarlo, y su júbilo es para mi uno de los mejores recuerdos de aquel tiempo. No caminaba: volaba, y llegamos en un soplo a la iglesia. Acabábase de colocar el púlpito, y el cura, en éxtasis ante él, me dijo en baja voz: ¡Mira Reinita, mira! ¿No es una feliz ocurrencia? Al fin poseemos un púlpito.

A veces una gacela saltaba, y con las orejas bajas, estiradas y finas, partía en el filo del viento. Soltábamos el halcón que volaba sobre ella con las alas serenas, dándole a espacios regulares, con toda la fuerza de su pico curvo, picotazos en el cráneo. Y la íbamos a encontrar, por fin, a la orilla de algún charco infecto, cubierto de nenúfares.

-Aun ahí sería el diablo -dijo don Quijote-, si ya no estuviese Melisendra con su esposo, por lo menos, en la raya de Francia; porque el caballo en que iban, a me pareció que antes volaba que corría; y así, no hay para qué venderme a el gato por liebre, presentándome aquí a Melisendra desnarigada, estando la otra, si viene a mano, ahora holgándose en Francia con su esposo a pierna tendida.

En cuanto a su padre, empezó a visitar con más frecuencia que antes el colegio de la Merced: dos o tres veces por semana le llamaban a la hora de recreo para decirle que su papá le aguardaba en el salón, y al oírlo, volaba hacia allá con el corazón henchido de alegría.

Su imaginación volaba, volaba hacia el Escorial. ¡Qué feliz había sido allí siempre! ¿Por qué había tomado tanto empeño en venir a Madrid? Esta ciudad empezaba a causarle miedo. Jamás en su vida se había hallado tan humillada y tan inquieta.

De cuando en cuando volaba a la ciudad, a su oficina; pero lo hacía cada vez más de tarde en tarde; todas las noches recibía la visita de San Nicolás, con quien acudía, volando, a todos los hospitales de la ciudad, y se dedicaba a curar enfermos.

Alicia tenía la sonrisa amarga y orgullosa de una reina destronada. En los días anteriores la gente sólo había hablado de ella. Hasta Niza y Mentón volaba su nombre. Las familias monegascas que no pueden entrar en el Casino pedían noticias de su suerte á la hora de la comida. En cafés y restoranes sonaba su apellido mezclado con los de los generales que dirigían la guerra.

Y no me pidas otra cosa, y queda con Dios. Orizaba, a 30 de Julio de 1893. La diligencia iba que volaba. Sin embargo, me parecía lenta y pesada como una tortuga. Ya no me causaba repugnancia el hedor de los cueros engrasados, ni me ahogaba el polvo, ni me arrancaban una sola queja los tumbos del incómodo y ruidoso vehículo.

Palabra del Dia

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