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Actualizado: 24 de julio de 2025
Que cada día iban turcos á ellas á hacerles guardia, temiéndose no fuesen sobre ellas los cristianos, y que estando como estaban, 40 ó 50 galeras que viniesen las tomaban todas, por estar con tan pocos turcos y tan llenas de cristianos. Otras muchas veces se salió á tomar lengua y no se pudo, porque todos se dejaban matar por no venir en prisión.
Con este se asentó el trato, ofreciéndoles de parte de su Señor, que siempre que le viniesen á servir les daria seis meses de paga adelantada, y las mesmas ventajas que habian tenido en servicio del Emperador Andronico.
No sufrió poco bajo los reinados de Carlos y Felipe: el peso de los tributos llegó á hacerse insoportable; y hubo familias enteras que atravesaron para no volverlo á pisar el umbral de sus hogares. La emigracion voluntaria fue tan grande, que los reyes se creyeron obligados á otorgar nuevas mercedes á los que viniesen á poblarla.
Era ya casi noche cerrada. El mar estaba inmóvil, sombrío, esperando impasible que las lágrimas de aquella infeliz mujer viniesen como tantas otras a aumentar el caudal amargo de sus aguas. Del lado de allá de la ensenada se veía la silueta del muelle y de tres o cuatro pataches que ordinariamente yacen anclados cerca de él.
Idos que fueron los caciques á sus tierras, aquel año que los tales caciques habian destar en sus tierras é Inca Yupanqui, mediante este tiempo, que no tuviese que hacer, tomó por ejercicio de irse á cazar, lo cual hacia los más de los dias; y otros dias se andaba por la ciudad mirándola y el sitio della, imaginando él en sí la órden que le habia de dar y el edificio é reedificacion que en ella pensaba hacer, como viese que aquellos dos arroyos que la ciudad tomaban en medio, que eran gran perjuicio en ella; porque, como las lluvias viniesen cada año, ellos venian de avenida, é como ansí viniesen siempre, comian la tierra y se iban ensanchando y metiendo por la ciudad, y via que aquello era perjuicio para la ciudad y para los moradores della, y que para hacer sus edificios y casas que en ella pensaba edificar, que era necesario reparar primero las veras de aquellos dos arroyos, y que éstos reparados, podria edificar todo cualquier edificio sin temor que las tales avenidas se los desluciesen.
El ingenio y el valor unidos triunfaron de todo: mal disfrazado á propósito y con poca cautela, despachó Martin Alonso á Córdoba un hombre avisando que viniesen sobre los moros la noche siguiente, y brindando á sus caballeros con una grande y fácil carnicería: salió bien la traza, porque el correo fué hecho prisionero, y temiendo por su declaracion el rey de Granada verse envuelto al otro dia por un ejército auxiliar, que en realidad no existia, resolvió apresuradamente aprovechar el tiempo que le quedaba para dar al lugar una embestida decisiva.
Braulio, que ha sido siempre tan hurón, buscaba al Conde y charlaba con él y jamás tenía celos de que hablase contigo. ¿Quién hubiera podido imaginar que los celos viniesen de repente, a deshora y cuando menos se temían? Inés, Inés, tu falsía ha sido espantosa, y sólo comparable con tu liviandad. Toda injuria que me dirijas ahora la llevaré con paciencia.
La duquesa se lo dijo al duque, y le pidió licencia para que ella y Altisidora viniesen a ver lo que aquella dueña quería con don Quijote; el duque se la dio, y las dos, con gran tiento y sosiego, paso ante paso, llegaron a ponerse junto a la puerta del aposento, y tan cerca, que oían todo lo que dentro hablaban; y, cuando oyó la duquesa que Rodríguez había echado en la calle el Aranjuez de sus fuentes, no lo pudo sufrir, ni menos Altisidora; y así, llenas de cólera y deseosas de venganza, entraron de golpe en el aposento, y acrebillaron a don Quijote y vapularon a la dueña del modo que queda contado; porque las afrentas que van derechas contra la hermosura y presunción de las mujeres, despierta en ellas en gran manera la ira y enciende el deseo de vengarse.
Esto tambien lo tengo por falso, porque parece imposible que en quince dias que Berenguer se detuvo en Galípoli, después que se declaró por enemigo del Imperio, llamáse á los turcos que estaban en Asia, y se concertase con ellos, y se juntasen mil y quinientos caballos, y se embarcasen, y viniesen á prestarle juramento de fidelidad; que son cosas que aunque se hicieran con suma presteza, no pudieran concluirse en quince dias.
De repente brilla de nuevo el alma del Príncipe en toda su pureza y sublimidad; su espíritu casi se ha despojado de los lazos mortales, que lo encadenan, y la muerte le hace prorrumpir en palabras de una energía indescriptible, como si viniesen del imperio de lo eterno, y anunciasen la verdad, también inmutable. «¿Cómo es posible dice J. Schulze encontrar palabras bastante expresivas, para alabar como se merece al poeta, que ha sabido hacer brillar el espíritu divino de su héroe, ofreciéndolo en toda su desnudez, desde el abismo del oprobio y de la humillación más completa, de tal manera, que el astro de este hombre celestial aparezca más esplendente en medio de la noche más obscura?» Esta escena es de las más sublimes, que ha creado hasta ahora la poesía, demostrando lo que nunca se ha representado en esa forma: la grandeza espiritual y moral reduciendo á polvo, por su superioridad, á todo lo terrestre, y manifestando y descubriendo lo divino en la suprema elevación del alma humana.
Palabra del Dia
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