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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Y a un tiempo, alegres todos con el hallazgo, dijeron los Marqueses y su hijo: ¡El Vivero! ¡Bravo, bravo, eureka! repetía el Marqués . Paco tiene razón, ¡al Vivero! se van ustedes al Vivero. Y la Marquesa: ¡Hermosa idea! ¡Qué gusto! Y nos veremos a menudo antes de irnos a baños.... Don Víctor protestó. ¡Cómo el Vivero! ¿Y ustedes? Nosotros no vamos este año. O iremos mucho más tarde.
Al día siguiente, 27 de Diciembre, don Víctor y Frígilis debían tomar el tren de Roca Tajada a las ocho cincuenta para estar en las Marismas de Palomares a las nueve y media próximamente. Algo tarde era para comenzar la persecución de los patos y alcaravanes, pero no había de establecer la empresa un tren especial para los cazadores. Así que se madrugaba menos que otros años.
Aceptó con gusto que Tchernoff consumiese estos recuerdos de la época en que vivía él luchando con su hijo. Después de saborear el vino de la avenida Víctor Hugo, sentía el ruso una locuacidad visionaria semejante á la de la noche en que evocó la fantástica cabalgada de los cuatro jinetes apocalípticos.
Carta sin fecha: «No hay acá cosa nueva mas de que el gran Morales vino, y anoche estaban Pastrana, etc., la Señora Josefa Vaca descolorida y menos arrepentida. Hiciéronles bayles, vilos desde la calle por la reja, y habiendo dicho Victor, respondió dentro Pastrana: Esto habiamos de decir nosotros, y llovieron albricias de boca por todo el aposento.
El césped del paseo grande se pone como un ruedo de esparto... no se ve un alma por allí, en las calles no hay más que perros y policías.... Mire usted, prefiero el invierno con todas sus borrascas y su agua eterna... qué sé yo... a mí el frío me anima.... En fin, felices ustedes los que se van.... Y don Víctor suspiró otra vez. Voy a llamar a mi mujer. ¿Querrá usted decirla adiós, verdad?
Pescaremos. Don Víctor, satisfecho, sujetó mejor el brazo de su mujer que colgaba del suyo, y la tomó la mano como un tenor de ópera. Y cantó: Lasciami, lasciami oh lasciami partir... Calló y se detuvo. Un rayo de luna le alumbraba las narices. Miró a su esposa, que también volvió el rostro hacia su marido. ¿Te gustan los Hugonotes? ¿Te acuerdas?
Chichí también quiso volver. René ocupaba mucho lugar en su pensamiento. La ausencia había servido para que se enterase de que estaba enamorada. ¡Tanto tiempo sin ver al «soldadito de azúcar»!... Y la familia abandonó su vida de hotel para regresar á la avenida Víctor Hugo. París iba modificando su aspecto después de la sacudida de á principios de Septiembre.
Como en la Audiencia, en todos los balcones de la carrera, después de pasar la procesión y haber contemplado y admirado la hermosura y la valentía de la Regenta, se murmuraba ya y se encontraba inconvenientes graves en aquel «rasgo de inaudito atrevimiento». Foja en el Casino, lejos de Mesía y don Víctor, decía pestes del Magistral y la Regenta. «Todo eso es indigno.
Entre tanto, Ana pensaba que tal vez no había entre aquella muchedumbre que admiraba su hermosura otro más digno de poseerla que aquel don Víctor, a pesar de sus cuarenta y pico, pico misterioso.
Consultado Ripamilán, contestó: «Que entre un magistrado, que no es Presidente de Sala siquiera, y el Salvador del mundo, había mucha diferencia. ¿No confesaba Anita que le agradaba don Víctor? Sí. Pues cada día le encontraría más gracia. Mientras que en el convento, la que empieza sin amor acaba desesperada».
Palabra del Dia
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