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Actualizado: 5 de junio de 2025
En Inglaterra, metrópoli de los Estados Unidos, cuentan autores ingleses sobre treinta mil brujos y brujas ajusticiados; víctimas del fanatismo han perecido allí reyes y reinas, y mártires tan gloriosos como Tomás Moro. Lutero, Calvino y Knox sólo pedían libertad religiosa cuando estaban en minoría. En Escocia aún se quemaban brujas en el siglo pasado.
Ademas, no ha habido víctimas torunas ni caballunas en la plaza, y es raro que se cuenten hombres muertos ó heridos de gravedad, apesar del desórden que preside á las corridas y de los prodigios del aguardiente, la chicha y otros licores que corren á torrentes por millares de gargantas. En España los toros constituyen un drama crónico.
En el mundo espiritual, el anciano médico y el joven ministro, habiendo sido ambos víctimas mutuas, quizás, hayan encontrado toda la suma de su odio y antipatía terrenal transformada en amor. Pero dejando á un lado esta discusión, comunicaremos al lector algunas noticias de otra naturaleza.
Al subir por entre rotos muros las empolvadas escaleras del sombrío edificio de las Prisiones, resuenan los pasos del extranjero en el seno de la mole granítica y de ladrillo durísimo, produciendo ecos recónditos que parecen los lamentos de las víctimas un tiempo amontonadas bajo aquellas bóvedas tremendas.
Entre tanto, los guardias que custodiaban el alcázar, con el intento de vender caras sus vidas, abrieron la ancha puerta y se lanzaron de nuevo al combate desesperadamente. La plebe, apiñada delante de la puerta, tuvo que lamentar no pocas víctimas de aquel primer ímpetu.
Los cuatro jinetes emprendían una carrera loca, aplastante, sobre las cabezas de la humanidad aterrada. Tchernoff describía los cuatro azotes de la tierra lo mismo que si los viese directamente. El jinete del caballo blanco iba vestido con un traje ostentoso y bárbaro. Su rostro oriental se contraía odiosamente, como si husmease las víctimas.
En las costas de Tenedos, las mujeres helénicas, con las cabelleras sueltas, arrojaban flores al mar en memoria de las víctimas, con un dolor teatral semejante al de las heroínas de la antigua Troya, cuyas murallas estaban enterradas en las colmas de enfrente.
Muchos de aquellos jóvenes apuestos de la milicia, no volvieron jamás á Sevilla, y perecieron víctimas del furor reaccionario, derramando su sangre generosa en defensa de la libertad.
Batiste hasta se estremeció viendo cómo la pobre Pepeta abrazaba á Teresa y su hija, confundiendo sus lágrimas con las de éstas. No; allí no había doblez: era una víctima; por eso sabía comprender la desgracia de ellos, que eran víctimas también. La mujercita se enjugó las lágrimas. Reapareció en ella la hembra animosa y fuerte, acostumbrada á un trabajo brutal para mantener su casa.
21 Y sacrificaron víctimas al SE
Palabra del Dia
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