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Actualizado: 26 de junio de 2025
No se trata de la imaginación, señor cura, sino del corazón, puesto que amo. ¡Oh tan joven, tan niña! ¿Qué tiene que ver eso? Os repito que me muero de amor por el señor de Couprat. ¡Ah! ¿conque es él? ¿Qué me tomáis por una veleta, mi cura? Pero, Reinita, en vez de morir, sería mejor que te casaras con él. Eso sería lógico, querido cura, muy lógico; pero por desgracia, no le gusto.
«Mi querido cura: El hombre es un animalito voluble, instable y caprichoso; una veleta que gira a todos los antojos de la imaginación y de las circunstancias... Al decir el hombre, comprendo la humanidad entera, porque es mi persona el animalito a que me refiero. «Ya no estoy desesperada, ni tengo ganas de morir, mi cura.
Vagaban padre e hijo, aturdidos por el ruido de la venta, estrujados por los codazos de la muchedumbre, e insensiblemente, atraídos por una fuerza misteriosa, iban a detenerse en la escalinata de la Lonja, frente a la famosa fachada de los Santos Juanes. La original veleta, el famoso pardalòt, giraba majestuosamente. ¡Mia, chiquio, qué pájaro...! ¡Cómo se menea...! decía el padre.
La iglesia, que apartándose del trato de las gentes se elevaba a corta distancia del camino, estaba cerrada, y en torno de la cruz que servía de coronamiento a su veleta revoloteaba una bandada de pájaros. En el camino, húmedo y barroso por la lluvia tenaz que cayera dos días antes, se veían innumerables huellas de herraduras y de pesadas llantas.
No me agradaría más veros casar con la hija de Lammeter que con cualquier otra. Supongo que si os hubiera dicho no, hubierais persistido en vuestra intención; a falta de contradicción habéis cambiado de parecer. Sois como una veleta; heredasteis de vuestra pobre madre. Jamás tuvo carácter.
Un gallo, desplegadas las alas y apoyado en sola una pata, recuerda que quien primero puso en su casa veleta de esta clase fue un Tumbaga; y el mote de la cinta que dice Yo solo, no indica que algún Tumbaga hiciese algo que merezca ser tenido por gloriosamente egoísta, sino que uno de tan envidiable estirpe fue quien intervino en las diferencias que separaron a Fernando VII de Pepa la Naranjera.
Siempre llega tarde, y como de mala gana. ¡Oh!, yo le conozco bien las mañas: me le sé de memoria. Nada, que quiere echarme al agua otra vez, lo veo, lo estoy viendo. Hoy se lo dije claro, y no me contestó nada. Entonces tenemos a la mona del Cielo de enhorabuena. ¡Ah!, no... Me parece que ahora la veleta marca para otro lado. Me está faltando con alguna que ni su mujer ni yo conocemos.
Al quedar hecho pedazos, la veleta del entusiasmo había girado del lado de Inglaterra. Ahora era América, tanto más milagrosa y omnipotente cuanto mal conocida. Sonaba en todas las conversaciones el nombre de un americano, lo mismo en los tés elegantes que en los cafetuchos del pueblo; el único americano conocido en Europa: el inventor Edisson. El lo arreglaría todo.
Viendo a Carmen descolorida y confusa, desmelenada y rendida a su madre, adivinó el resultado de sus tentativas, y ya se iba a insolentar, cuando una voz providente dijo en la puerta: Señora, un telegrama.... Dió dos saltitos doña Rebeca para apoderarse del papel azul, y Narcisa, olvidada de sus propósitos, giró como una veleta hacia la noticia telegráfica.
Pronto la mente de la señora con rápido giro de veleta tornó a la idea de la herencia, y a ella se agarró, dejando lo demás en el olvido; y observando el presbítero su ansiedad de informes, se apresuró a satisfacerla. Pues ya sabrá usted que el pobre Rafael pasó a mejor vida el 11 de Febrero... No lo sabía, no, señor. Dios le haya dado su descanso... ¡ay! Era un santo.
Palabra del Dia
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