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Venus no surgía ya del seno de las ondas salobres, ni las Nereidas, abandonando sus alcázares submarinos, venían a consolar a Aquiles por la muerte del amigo, ni aparecían en limpia y hermosa desnudez ante los ojos mortales de Jasón y de sus compañeros que iban a conquistar el Vellocino. Los oráculos callaban; cesaban los milagros.

<tb> Por los días en que don Quintín recibió ambas cartas, brillaba para él con vivo resplandores la estrella del amor: estaba sometido al imperio de Venus, representada por Carola.

Por algo habían florecido en las islas mediterráneas los pueblos adoradores de Afrodita, que hicieron vibrar todas las cuerdas del arpa de la voluptuosidad; por algo se habían elevado en las costas las blancas columnatas de los santuarios de amor, con sus rebaños de cortesanas sagradas; por algo los poetas sacerdotales habían hecho nacer a Venus de la espuma de las olas.

Tomad los más hermosos de la tierra, ponédselos á la Venus de Milo, y habréis destruído su encanto. Trascurre media hora y la criada penetra nuevamente en la alcoba. En seguida... en seguida. Corre las cortinas y abre las ventanas. Antes de cinco minutos estoy vestido.

Parecía cantar en sus oídos la poética romanza de Heine, en la que describe cómo el caballero Tannhauser se arrancó de los brazos de Venus por sólo el gusto de conocer de nuevo del dolor humano. «¡Oh Venus, mi bella dama! Los vinos exquisitos y los tiernos besos tienen ahíto mi corazón. Siento sed de sufrimientos.

Y sobre este organismo supremamente distinguido un rostro alargado por el mentón en punta, con un pequeño redondel rojo, la boca; dos almendras enormes y negras, los ojos; dos tirabuzones sobre las orejas iguales á las patillas de un «toreador», y una torre de pelo mixto, con rizos propios y ajenos. La Venus moderna, tal como la adora en sus geniales ensueños un iluminador de figurines.

=Cuarto de los primogénitos:= En el jardín que está en este cuarto que llaman de los primogénitos hay una estátua de Venus acostada en cama con un cupidillo en los brazos, todo de marmol pario de siete palmos de largo; á la Venus le faltan las narices y al cupido el brazo izquierdo y no tiene el arco que dice la memoria; esta estátua está sobre una tarima de madera debajo de un corredor de dicho jardín.

Por supuesto que repuso el pastor . ¿No le ves lo que le está saliendo del ojo?, ¿a que no sabes lo que es? Será una lágrima dijo Manuel riendo. No es sino un hombre. ¡Un hombre! exclamó Dolores plenamente convencida de lo que decía su hermano . ¿Y quién es ese hombre? No respondió el pastor ; pero como se llama. ¿Y cómo se llama? preguntó Dolores. Se llama Venus repuso José.

Me creía Venus, me creía Helena pasando ante «el banco de los viejos». Y para entregarme sin escrúpulo á mis expansiones de madre, recordaba á mis ídolos. También Helena había tenido hijos, y los hombres continuaban matándose por ella. Venus no había escapado á la maternidad, y los dioses y los mortales seguían adorándola, á pesar de que un retoño suyo revoloteaba por el mundo.

Como esta obra, escrita en versos elegiacos, sirvió de modelo á nuestro Arcipreste, que la copió muy exactamente, y más tarde al autor de La Celestina, expondremos en breves palabras su argumento: En el primer acto se queja Pamphilo á la diosa Venus de su amor á una bella, rica y principal señora, de cuyos padres teme una negativa á causa de su pobreza.