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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Una boca húmeda se unió modestamente á la boca del marino, al mismo tiempo que la barba de éste se mojaba con un rocío de lágrimas. Y no se dijeron más. Cuando, semanas después, escuchó doña Cristina la petición de su hijo, su primer movimiento fué de protesta. Una madre oye con anticipada benevolencia toda pretensión sobre una hija, pero es ambiciosa y exigente cuando se trata de un hijo.
El dolor no concluye sino en la muerte: sólo la muerte burla a la fuerza creedora que goza en engendrar para atormentar después a su infeliz progenitura. No le entiendo a usted murmuró Lucía ; pero tengo miedo . Y su cuerpo temblaba todo como los mimbrales. Artegui no contestó palabra: mas una voz grave y poderosa, retumbando en los cielos, se unió de pronto al extraño dúo.
Al pasear por Barcelona, miró con ojos provocativos á cuantos transeúntes le parecieron alemanes. Se unió á la acometividad de su carácter una indignación de propietario que se ve atropellado dentro de su casa. Los tres tiros eran para él, y él era un español y los boches se atrevían á atacarlo en su propia tierra. ¡Qué audacia!...
Un día, hallándonos en Porcuna, y después que se nos unió el ejército de Reding, resolvimos, tras de ardiente discusión, que los generales estaban atolondrados y sin saber qué plan adoptarían.
Ella nos unió en el sentimiento del bien, nos reveló el amor y la fraternidad humana. Después... nos hemos abrazado como hermanos. Su conducta, su aceptación del castigo servirán de ejemplo al mundo. Y yo estoy convencido de que debo renegar de mis desesperadas ideas de un tiempo; que debo proclamar las buenas enseñanzas que ella me inculcó... Habían bajado hasta Ouchy.
No puedo serlo; jamás, nunca lo fui... tengo un amante que me adora sin fin, y yo le adoro, que no puedo olvidar sólo un instante. Y con eternos vínculos el crimen a su suerte me unió... nudo funesto, nudo de maldición que allá en su trono enojado maldice un Dios terrible. LEONOR y MANRIQUE LEONOR. ¡Manrique! ¿Eres tú? MANRIQUE. Sí, Leonor querida. LEONOR. ¿Qué tienes? MANRIQUE. Yo no sé...
Pero fuera por discreción o porque, según se desprendía de una frase del doctor, era poco aficionado a ceder su compañía, aquel a quien su compañero llamaba el señor Domingo no se nos acercó hasta muy entrada la tarde; y la cordial amistad que después nos unió debía tener fundamento aquel día en un hecho de los más vulgares.
Teobaldo, enternecido, cruzó sus manos sobre el pecho, y, elevando sus ojos al cielo, dejó ver tal emoción en su rostro, que inspiraba la más profunda piedad. Veíasele tierno y desesperado a la vez. Asió, temblando, la mano de Carlos, la unió a la pálida y desfallecida de Juanita; y luego, con voz firme pronunció las palabras sagradas y llamó sobre ellos la bendición de Dios.
Corrió a casa de su prometida y le contó sollozando lo que ocurría; se confesó con ella por vez primera. La buena Fernanda unió sus lágrimas a las de él, enternecida por la suerte de la infeliz criatura y por el dolor de su amado. Larguísimo rato pasaron comentando los terribles sucesos y buscando medios de conjurar aquella ruin venganza.
Porque la princesa Flavia así lo quiso. Y ahora, a caballo. ¿Está todo seguro aquí? Nada está seguro hoy, pero cuanto podemos hacer está hecho. En aquel momento se nos unió Tarlein, que vestía uniforme de capitán del mismo regimiento que yo, y a Sarto le bastaron cinco minutos para ponerse también su respectivo uniforme.
Palabra del Dia
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