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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Y así como el buque iba avanzando, sobreponíase el amarillo al verde, hasta que las aguas tomaban un color terroso semejante al de los ríos desbordados, como si el Océano recibiera la avalancha de una enorme inundación. El doctor Zurita se unió a ellos. Era por la tarde, después del almuerzo.
Pero esta opinión también se la calló el jefe del partido liberal dinástico de Vetusta, y unió sus ruegos a los de don Víctor para obligar a doña Ana a ir al teatro aquella noche. Si es una perezosa; si ya no quiere salir; si ha vuelto a las andadas, a las encerronas... y... pero... ¡lo que es hoy no tienes escape!...
Quedó un instante inmóvil, y bajando al fin la cabeza unió sus labios a los de la niña con prolongado beso. Un fuerte soplo de viento había despertado el océano cuando se preparaba a dormir: agitose un instante en su inmenso lecho de arena, cual si cambiase de postura, y dejó escapar un sordo murmullo de disgusto. Las olas tornaron a rodar de nuevo con extrañas voces.
Notábanse allí sus amores con innumerable caterva de diosas, ninfas, princesas y zagalas, a cada una de las cuales se entregó y se unió todo el Dios, desdoblándose y multiplicándose en idéntica forma y substancia y sin dejar de ser nunca uno y el mismo, porque toda alma piadosa, encendida en amor divino, posee a Crishna por completo, como si Crishna y ella fuesen solos o absorbiesen en su unión cuanto es y cuanto puede ser en los tres mundos.
La joven se puso de pie rápidamente y, como si aquella sonrisa la colmase de felicidad, unió sus manos; pero inmediatamente las dejó caer y quedó inmóvil; luego le preguntó a su aya: Marta, ¿qué os ha sucedido? Tenéis los ojos colorados. ¡Si habéis llorado! No ha sido nada, mi buena Elena, el intendente me reprendió. ¡Ah! Dios mío, ¿os maltrató como a mí? No, no; de palabra, de palabra solamente.
El desgraciado Froilán cayó sobre los remos de la galera pirata y desapareció entre las olas; más afortunado Gualtero, alcanzó la cubierta del barco enemigo y se unió á los compañeros del barón. Roger quiso seguir á sus dos amigos en defensa de su señor, pero Tristán de Horla se lo impidió á la fuerza. ¿Cómo has de dar ese salto de muerte, muchacho, si apenas puedes sostenerte en pie? le dijo.
Cuíala bien dijo el Plumitas . Mia que es lo mejor que tengo en er mundo, y la quiero más que a la mujer y a los chiquiyos. Un nuevo personaje se unió al grupo que formaban el espada y el bandido en medio de la gente absorta. Era Potaje, el picador, que salía despechugado, desperezándose con toda la brutal grandeza de su cuerpo atlético.
Muy escasas son las poesías narrativas populares, escritas en lengua occitánica, que han llegado hasta nosotros, comparadas con la multitud que se escribieron, y no ofrecen prueba alguna decisiva en apoyo de la opinión expuesta, aunque el estrecho lazo, que unió á la literatura del Norte y del Sud de Francia, confirme la sospecha de que acaso tuviesen ambas ciertas propiedades comunes.
Puso el grito en el cielo la víctima, exclamando: «¡Pero, tía!...». La vieja recogió y unió los dos pedazos de la caña, de lo que resultaba que podía pegar más a gusto, y ¡zas!, emprendió una serie de cañazos tan fuertes, tan bien dirigidos, tan admirablemente repartidos por todo el cuerpo de Isidora, que esta, sin poder defenderse, gesticulaba, manoteaba, gemía, se dejaba caer en el suelo, se arrastraba, escondía la cabeza, se revolvía.
¡Cállese usted! dijo Pablo Aquiles, ahogado y descompuesto. Que no y que no; he de gritar y me han de oír los sordos, me quiere usted echar a la calle, ¿eh? pues lo veremos. Se sentó en el umbral de la puerta que caía al patio, como quien ocupa cómoda tribuna para hacerse oír de los vecinos; a sus voces se unió el llanto del niño, y ante tamaña algarada acudieron Gregoria y Casilda, sorprendidas.
Palabra del Dia
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