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Actualizado: 6 de junio de 2025
Con una nuera así, el viejo squire realizaría economías, aun cuando no aportara un penique de dote; porque era de temer que, a pesar de sus rentas, el squire Cass tuviera más agujeros en el bolsillo que aquel por donde metía la mano. Pero si el señor Godfrey no cambiaba de conducta, podía decirle «adiós» a la señorita Nancy Lammeter.
¡Ah, señora! ¡si yo no tuviera mujer... si yo no tuviera hija!... ¡si no estuviese á punto de tener otro hijo!... Por la familia debe un hombre arriesgar la vida; pero debe conservar la honra... y sobre todo... ¡el alma! exclamó con repugnancia, y aun podremos decir con horror, doña Clara. Estoy arrepentido...
Iba yo repasando en mi memoria los hermosos tipos ideales del buen sacerdote moderno, ... a los cuales se parecía mi compañero de camino, y no recordaba más que a dos con los cuales tuviera una extraña semejanza.
»Si vuestra hija Marta ama realmente a mi hijo, no le será difícil, en el interés mismo de la felicidad de su primo, renunciar a él, esto en el caso de que Roberto tuviera el valor de pedir su mano, no obstante la prohibición de sus padres; pero no preveo, ni siquiera puedo concebir, en un hijo, semejante desobediencia a la voluntad paternal.
Detesto a las mujeres que lloran. Elena no está siempre llorando, y hasta tiene una risa fresca como un manantial de agua pura. Si yo tuviera una hija desearía que fuera como ella. Y devota, ¿no es verdad? Eso sí, lo es bastante... ¡Vamos allá! Todo eso está muy bien, muy bien. Era lo que hacía falta en mi casa.
Si ya la Hambre, nuestra amiga fida, No tuviera tomado con instancia A su cargo, de ser fiera homicida De todos quantos viven en Numancia, Fuera de mí tu voluntad cumplida, De modo que se viera la ganancia Facil y rica que el Romano huviera, Harto mejor de aquella que se espera.
Sus ojos se clavaron en la persona que tenía delante, y por mucho tiempo permaneció mirándole, cual si no tuviera conocimiento de lo que veía, ó como si su sorpresa fuera tal que no pudiera creer lo que estaba viendo. Después extendió el brazo lentamente hacia él y le nombró con voz muy débil. ¿No sabes por qué estoy aquí? dijo Lázaro conmovido. Me parece que no nos hemos visto desde mi pueblo.
Si algún día tuviera yo casa, quisiera conservar esta cama. ¡Dios mío, qué será de mí!... Juan... Aunque no me tocara nunca...; pero sentirle cerca..., verle todos los días..., saber lo que piensa..., cuidarle..., que me hable con cariño... ¿Por qué encontrarán otras mujeres quien las quiera?...»
Y aconteció muy luego lo que a la vista estaba desde que la marquesa apuntó la idea de dejar la casa, relativamente modesta, de la calle de Hortaleza; y fue de este modo: el marqués insinuó compromisos de banquete a sus amigos políticos; la marquesa invocó deberes ineludibles de responder a súplicas de sus amigas, dando a aquellos hermosos salones su verdadero destino; es decir, estrenándolos con un baile que, sin gran esfuerzo, haría raya entre las fiestas del «gran mundo» madrileño, habidas y por haber; reforzó el primero sus razones de preferencia, sin negar la gravedad de los compromisos de su mujer, exponiendo deudas de gratitud con los personajes que, para entretener sus apetitos senatoriales, acababan de ofrecerle un distrito vacante en Ciudad Real, para diputado a Cortes; insistió la marquesa en su empeño a favor del baile, sin negar el compromiso del banquete; replicó el marqués, llevando la contraria, hasta con textos de Maquiavelo y de Bismarck; y, por último, terció Verónica, que se hallaba presente en la porfía, proponiendo que se diera una fiesta que tuviera de todo: una recepción, por lo más alto, en la cual anduviera el rumbo del comedor al nivel del brillo de los salones.
Porque lo garanticé desde el principio como si hubiéramos hablado de esto y tuviera autoridad de usted para su oferta. ¿No me la da su vida y nuestra amistad? Le saluda la casa y quiero que me quiera por haber tenido esta certeza de usted, no en la hora de la gloria, sino en la del sacrificio. Yo voy a morir, si es que en mí queda ya mucho de vivo. Me matarán de bala, o de maldades.
Palabra del Dia
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