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Oyó el caballero el cortés mensaje y se dirigió al trote de su corcel hacia la tribuna regia, vendado el hombro con blanco pañuelo de seda. Señor, dijo con firme voz, saludando al príncipe; no puedo sentarme á vuestra mesa. Francés soy y por ende enemigo vuestro.

Y como conocía la isla, por haber bajado a ella en anteriores navegaciones, volvió a acostarse para gozar despierto del regodeo de la pereza, mientras en los camarotes inmediatos chocaban puertas, se cruzaban llamamientos en distintos idiomas, y sonaba en los corredores un trote de gentes apresuradas, atraídas por el encanto de la tierra nueva.

Dejemoslos hacer, que yo bien fio, Que presto pagarán cierto el escote, Que es gente aparejada á desvario, Y andan, como vemos, muy de trote: Y tratemos ahora del gran brio Del capitan Francisco, crudo azote, Que viniendo siguiendo su camino, Del estrecho ha tomado el Argentino.

Quiero obsequiar con una copa a todos los valientes que conmigo han salvado a Jerez. Porque, créeme, Ferminillo, que soy yo, sólo yo, quien ha resistido a esos pillos. Mientras las tropas estaban en los cuarteles, yo estaba en mi sitio. ¡Me parece que la ciudad me lo debe agradecer, haciéndome algo!... Pasó un pelotón de jinetes, con los caballos al trote.

Uno de los ciclistas, que era campeón laureado, iba y venía, adelantándose a los otros, y todos corrían más veloces que el jamelgo de Frasquito, quien tenía buen cuidado de no hacer locuras, manteniéndose en un paso y trote moderados. Nada les ocurrió en el viaje de ida.

Los caballos siguieron, oyendo aún palabras cortadas: ... reir! ... veremos. Dos minutos más tarde el hombre rubio pasaba a su lado a trote inglés. El malacara y el alazán, algo sorprendidos de aquel paso que no conocían, miraron perderse en el valle al hombre presuroso. ¡Curioso! observó el malacara después de largo rato. El caballo va al trote y el hombre al galope. Prosiguieron.

Era por la mañana, muy temprano. Todos estaban levantados y nos rodeaban: Andrés, junto al carruaje, más triste que nunca le había visto desde el último suceso que enlutó la casa; luego subió al pescante, aunque no era costumbre que hiciera oficio de cochero, y los caballos partieron al trote largo.

Bonifacio, sacudiendo la cabeza, recobrando las riendas para sacar al rocinante soñador de su letargo, siguió a trote su camino, sin volver los ojos atrás, temeroso de sus ensueños, de sus locuras...; dispuesto cada vez con más ahínco a sacrificar al porvenir de su hijo su temperamento de bobalicón caviloso y sentimental.

Cerca de la una de la madrugada pasó por la carretera un jinete con menudo trote. Era el «aviso», un rudo pastor que se detenía ante las ventas y las casas iluminadas, anunciando que el encierro iba a pasar antes de un cuarto de hora, para que apagasen las luces y quedara todo en silencio. Este mandato en nombre de la fiesta nacional era obedecido con más presteza que una orden de la autoridad.

La descubrí como hace quince días en las varas de un carro. Una vez que toma bien el trote, es capaz de andar cuatro leguas por hora, y siempre os lleva las riendas tirantes, no afloja. ¡Mirad, mirad cómo tira, cómo tira!... ¡Vamos despacio, despacio!... No estamos de prisa, ¿no es verdad, señor cura? ¿Queréis entrar en el bosque?