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Sin ver en ello el menor rasgo de caricatura, y sin poner ironía en el tono o en el giro de la frase, podíase afirmar de este Barón, tanto a primera vista, como después de hablarle y tratarle, que en su porte, en sus modales, en su conversación y en su traza, era todo un gentil hombre: un caballero muy distinguido.

Cansada yo de negársela, sin conseguir que desista, que me respete, que forme de la opinión que debe y que me trate como se trata a una mujer honrada, he accedido a la cita para que venga y vea y sepa quién soy, y para tratarle como merece. ¡Animas benditas! exclamó doña Inés, poniéndose las manos en la cabeza . no sabes lo que has hecho. Eso es aventuradísimo.

El mundo real no es el mundo de los poetas y novelistas: es preciso considerarle y tratarle tal como es en ; no sentimental, no fantástico, no soñador; sino positivo, práctico, prosáico. Un sentimiento bueno, la exageracion le hace malo.

Amalia, que apenas le conocía, comenzó a observarle con viva curiosidad. Tanto se le había hablado de él, del cariño y respeto que profesaba a su madre, de su humor melancólico, de sus habilidades, de su piedad exagerada, que deseaba tratarle con intimidad; quería penetrar en el alma de aquel mancebo tan apuesto y tan inocente. No tardó en convencerse de que el amor aún no había prendido en ella.

Sus modales torpes y bruscos como los de un elefante, la palabra estropajosa, la inteligencia tarda y oscura al parecer: sin embargo, después de tratarle se comprendía que era más socarrón que lerdo: rara vez miraba de frente a la persona con quien hablase.

Y como la bruja aquélla tenía tanta confianza con el señor de la casa, permitiéndose tratarle como á igual, se llegó á él, le puso sobre el hombro su descarnada y fría mano, y le dijo: «Nunca aprende... Ya está otra vez preparando los trastos de ahorcar.

Giraud vaciló un instante; pero había prometido decir lo que pensaba y cumplió su palabra: Con el respeto debido, señor, diré á usted que ese es un canalla. ¿En qué se funda usted para tratarle tan duramente? preguntó Marenval, algo extrañado por aquella vehemencia. En nada, señor. Nunca le he visto cometer una acción reprensible ni decir cosa mala; pero eso no impide que le tenga por un canalla.

En cuanto a Bonis... ni en rigor le quería tan mal como al otro, ni había pensado concretamente hasta entonces en un gran castigo para él; sólo se le había ocurrido tenerle siempre en un potro, tratarle como a un esclavo a quien amenazase un tormento que él no acababa de conocer; mas la mirada y la sonrisa de Minghetti aclararon como un relámpago la conciencia de Emma, que vio de repente en qué podía consistir el castigo de su infiel esposo.

Entonces comencé a tratarle con despego; ¿sabe usted por qué? Me hubiera muerto de vergüenza si hubiera adivinado usted que yo le amaba. Esto no entraba en nuestros tratos. Durante todo el viaje no pensé más que en darle disgustos. ¿Cree usted que me hubiera conducido con tanta ingratitud de serme usted indiferente?

Estaba en un mundo nuevo y las mujeres de la ciudad, aquellas que él trataba en las tertulias caseras, le parecían seres de otra raza, viviendo lejos, muy lejos, en otro extremo de la tierra, de la que le separaba la inmensa sábana de agua. Vamos, señor testarudo; habrá que tratarle a usted como a un bebé.