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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Indiferente a todo, en la apariencia, y como un «manchón» colocado cuidadosamente se veía en la cresta de una raíz del ombú grande, un gato barcino que, de cuando en cuando, entreabría sus ojos lumínicos y transparentes y como ajeno a toda intención carnicera, los dirigía hacia las ramas, en las que cantaba de paso un pájaro que se dirigía a su nido.

Pero doña Anuncia se aburría en Loreto, donde no había sociedad; y el viaje, la vuelta a Vetusta, se precipitó contra los consejos del mediquillo grosero, que prodigaba los términos técnicos más transparentes. En cuanto llegaron a Vetusta, la huérfana tuvo «un retraso en su convalecencia», según el médico de la casa, que era comedido y no llamaba las cosas por su nombre.

Insectos transparentes se levantaban del herboso jardín y navegaban en la luz. Bajo las bóvedas, junto a la capilla de las Cuevas, dos alarifes, rompiendo un trozo de pared, acababan de descubrir un sepulcro. Ramiro y el canónigo se acercaron. No había inscripción alguna; sólo un tosco relieve que representaba a Nuestra Señora y al Niño, como si aquello bastase en la muerte.

En el fondo del comedor brillaban unos transparentes iluminados con dos inscripciones en francés y alemán: Au revoir! Auf Wiedersehen!

Dejando libres sus encantos, iba y venía por el salón, segura de su hermosura, orgullosa de su cuerpo duro y soberbio, que no había cedido aún bajo el paso de los años. Unos chales de colores le servían de vestiduras transparentes. Agitándolos como fragmentos de arco iris en torno de su marfileña desnudez, esbozaba las danzas sacerdotales, las danzas al terrible Siva que había aprendido en Java.

Y el cielo se encendía con violentos resplandores de incendio. Verdú reposa en la ancha cama. Sus brazos están extendidos sobre la sábana. Y sus manos son transparentes. Y sus ojos están entornados. Y en su rostro se muestra un sosiego dulce. Verdú respira penosamente. De rato en rato un gemido se escapa de sus labios.

Y allá de madrugada fue vencida del sueño, y se le armó en el cerebro un penoso tumulto de cerrojos que se descorrían, de puertas que se franqueaban, de tabiques transparentes y de hombres que se colaban en su casa filtrándose por las paredes. v A la mañana siguiente, Maxi estaba mejor, pero rendidísimo. Daba lástima verle.

Al saludo jovial de la cañada y del sipao que trina en la enramada, su romántica y triste serenata, van pasando sus linfas transparentes bajo el arco de hierro de los puentes como una eterna procesión de plata. En la aurora de mi vida, aún sin dolores aciagos, te he visto, de azul vestida, flotando en mis sueños vagos.

Sus manos finas, transparentes y monjiles, que parecían hechas para tejerse en los éxtasis y para filigranar ofrendas de vírgenes y capas pluviales; sus manos, finas y transparentes, eran doctas en los secretos del amor mundano. Cuando yo la conocí, tenía la desolada belleza de las ruinas.

Pasó por una avenida del parque, casi saltando, con la toca revoloteante y moviendo bajo la blanca falda el ágil compás de sus piernas enjutas. Llevaba en las manos pálidas y transparentes un paquete de ropas. Su nariz y sus orejas brillaban con una claridad de vidrio sonrosado bajo la luz del sol. Parecía un cuerpo diáfano, con la transparencia malsana de la miseria física.

Palabra del Dia

mármor

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