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Actualizado: 24 de octubre de 2025
No ha de extrañarse que todo esto se viera en las miradas de Clarita. Eran miradas transparentes, en cuyo fondo fulguraba el alma como diamante purísimo que por maravilla ardiese con luz propia en el seno de un mar tranquilo. El Comendador estuvo un rato observando aquella escena muda, y se convenció de que ni Doña Blanca ni D. Valentín recelaban nada de los amores de la niña.
¡Qué triste es un día sin sol! ¡Qué amargura se experimenta al presentir la muerte sin que nos rodeen seres queridos, flores, pájaros y transparentes cielos! A las cinco, la oscuridad era completa. Todos comprendíamos el peligro, mas ninguno lo expresaba.
Se hallaba cierta tarde, contra su costumbre, leyendo en el corredor de casa, resguardado de los rayos del sol por la parra, cuyos sarmientos pendían del alero, formando fresca y tupida cortina. La luz se quebraba entre sus pámpanos, los doraba, los hacía transparentes, y llegaba hasta él suave y dormida.
Lucía se abanicaba con un periódico dispuesto por Artegui en forma de concha, y leves gotitas transparentes de sudor salpicaban su rosada nuca, sus sienes y su barbilla: de cuando en cuando las embebía con el pañuelo: los mechones del cabello, lacios, se pegaban a su frente.
Piense en su mujer y en su hijo; siga su vida. No soy la conquista que se guarda unas semanas nada más. A mí nadie me toca impunemente. Tengo ventosas, como los animales que vimos el otro día; quemo como las sombrillas transparentes del Acuario... ¡Huya, Ferragut!... Déjeme sola... ¡sola!
Eran setas transparentes, sombrillas abiertas de vidrio, que avanzaban por medio de contracciones. Del centro interior de su cúpula colgaba un tubo igualmente transparente y gelatinoso: la boca del animal. Largos filamentos pendían del ruedo de sus bordes, tentáculos sensitivos que al mismo tiempo servían para mantener el equilibro flotante.
Nace tambien de la costumbre de ver por medios transparentes y de movernos por flúidos sin resistencia. Como nosotros no sabemos de los cuerpos sino que son extensos y nos afectan; lo que reune estas dos condiciones es para nosotros cuerpo. Pero como no conocemos la esencia del cuerpo, no sabemos si puede existir un cuerpo sin extension.
Donde quiera que se levantaban los ojos se veían siempre enormes cometas de papel, ora en forma de dragones, ora de cetáceos o aves fabulosas, llenando el espacio de una inverosímil legión de monstruos transparentes y ondeantes. ¡Sa-Tó, basta de ciudad tártara! Vamos a ver los barrios chinos. Y allí fuimos, penetrando en la ciudad chinesca por la parte populosa de Tchin-Men.
Palabra del Dia
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