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Actualizado: 12 de octubre de 2025
He encontrado igualmente a mi buena amiga, Mme. Paradis, mi segunda hermana en todo conceptos, muy enferma también. ¡Ah! he estado junto a ella más de quince días, cuidándola día y noche; la pobre no tenía tranquilidad, aparente a lo menos, sino al verme a su lado: ¡ha muerto en mis brazos! ¡Qué amiga tan santa he perdido en ella!
Este exquisito estado moral, durante el cual el alma vive en una especie de somnolencia, en una tranquilidad soñadora semejante al sueño, a pesar de que está bien despierta, me ha dejado un dulcísimo recuerdo.
Entre aquellos dos hombres aturdidos, sólo Bettina conservaba su sangre fría, y con voz clara y precisa comenzó de esta manera: Para tranquilidad de vuestra conciencia, os diré primero, señor cura, que estoy aquí con el consentimiento de mi hermana y mi cuñado, que saben por qué he venido y lo que pienso hacer: no sólo lo saben, sino que lo aprueban también. Me habéis comprendido, ¿verdad? Bueno.
Que yo trabaje con tranquilidad en favor de V. Usted me estorba para mis planes. Si V. se queda, precipitará la boda de D. Casimiro y hará que se envíe á escape por la licencia á Roma. Si V. se va, no afirmo yo que evitaré la boda de Clara con el viejo rabadán y conseguiré que sea para Mirtilo; pero, ó yo he de valer poco, ó he de lograr que se nos dé tiempo y... quién sabe... Nada prometo.
Hallaba Amparo en el semblante de Guardiana no sé qué limpidez, qué tranquilidad honesta, que le helaban en los labios el cuento de amores cuando iba a empezarlo; al paso que Ana, con su nervioso buen humor, su cara puntiaguda rebosando curiosidad, convidaba a hablar. Amparo la tomó por confidente, y hasta por compañera.
Bajo el cielo límpido y tachonado de estrellas, parecía que flotaba un grito de odio y de venganza. Y dentro de aquella tranquilidad, y de aquella atmósfera tibia y serena, unos hombres, verdaderos condenados, maldecían la vida que se arrastraba para ellos en el sufrimiento y la miseria, sin esperanza. El vigilante enseñó á Tragomer la cordelería y le dijo: Ahí tiene usted la casa.
Y los Señores acordaron se esperen las resultas. En este estado ocurrieron otras novedades. Algunos individuos del pueblo, á nombre de este, se personaron en la Sala, exponiendo que para su quietud y tranquilidad y para evitar cualesquiera resultas en lo futuro, no tenia por bastante el que el Exmo. Sr. Presidente se separase del mando; sino que habiendo formado idea de que el Exmo.
Cuando el camarada tuviese el recibo en su poder, debía enviárselo por correo para su tranquilidad.... Y le entregó unos cuantos pesos más por la molestia que le pudiese ocasionar el encargo.
Yo, señor don Jeromo, no he tenido inconveniente en sacrificar al bien de mi país la tranquilidad de mi hogar, y hasta el lucro de mis negocios particulares; pero será estéril mi abnegación si los hombres influyentes, de arraigo, de convicciones sólidas y saludables, de contingencia, en fin, como usted, me niegan su apoyo en estos instantes supremos. He dicho.
»El doctor aparentaba perfecta tranquilidad; pero yo, que hace dos meses le veo constantemente ocupado en su obra salvadora, conocí en la contracción de sus labios y en su voz, alterada por la emoción, que en su alma se libraba una batalla muy ruda.
Palabra del Dia
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