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Actualizado: 12 de octubre de 2025


Se le había visto en el alto puerto de Cumbrales, en montaraz vagancia con los pastores, y luego decían que «se había corrido» hacia Reinosa, con una cuadrilla de gitanos. Cobró con esto Salvador un asomo de tranquilidad y un respiro en el anhelo con que llegaba a la casona, siempre que a ello se atrevía.

»La Historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el señor Dorrego ha debido o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. »Quiera el pueblo de Buenos Aires persuadirse que la muerte del coronel Dorrego es el mayor sacrificio que puedo hacer en su obsequio.

Le quería más que nunca: le adoraba con nuevo ardor, ahora que iba perderle. ¿Entonces por qué te vas? pregunta el joven. Si me amas ¿por qué me dejas? Porque te quiero, Rafael... Porque deseo tu tranquilidad. Quedarse allí era perderle.

Lo que hay, muchacho, es que, por lo mismo que les quiero tanto, me preocupa su suerte y no puedo ver con tranquilidad cómo Antonio se mete de cabeza en tan peligrosas aventuras. ¡Ay, mi pobre tienda! Tiemblo al pensar que puede ser deshonrada para siempre. He oído decir que los marinos viejos sienten una pasión loca por el barco en que han pasado su vida. Lo mismo soy yo con Las Tres Rosas.

Las gentes nos creían el matrimonio más feliz del mundo. La tranquilidad aparente de Amparo cuando yo era testigo de su agonía nocturna, de sus lágrimas y de lo intenso, de lo vivo, de lo inalterable de su amor hacia aquel hombre, que era para un misterio, la tranquilidad ficticia de Amparo, repito, me irritaba.

Una vida pura y digna, la tranquilidad de la conciencia, la estimación de las personas honradas te darán más contento que la pasión culpable... Además, tienes lo que yo no tengo... tienes a tu lado un ángel, un lirio tierno y fragante que embalsamará tu existencia. ¡Ah, , Josefina!... Efectivamente, ella será la que me ha de proporcionar los únicos buenos ratos que pasaré en adelante.

Y por eso, por esa pena tan grande, por ese modo tan triste de ver las cosas, iba usted perdiendo la tranquilidad y el sueño... y hasta la vida... Ni más ni menos, ¡pingajo!... ¡hasta la vida! Una alucinación como otra cualquiera; pero, en fin, así lo ve usted, y esto basta para su martirio que, en definitiva, es real y verdadero.

No diga usted más manifestó Guillermina con cierta solemnidad . Me basta. Lo creo. Si usted me hubiera dicho lo contrario, yo le habría pedido que hiciese todo lo posible por devolver a esa pobrecilla la tranquilidad, eso es.

Pues bien, dijo Tragomer; si nuestros esfuerzos son vanos, tendremos, al menos, la tranquilidad de haber cumplido con nuestro deber. ¿Verdad, Marenval? , querido amigo. Lo que acabo de oir á Vesín, me decide por completo. Yo estaba un poco dudoso, lo confieso, aun después de las seguridades que usted me había dado.

Dígala Vd. que he venido yo mismo, que está aquí su hijo. No le sugería el pensamiento frase más poderosa. La monja afectaba tranquilidad; pero la entonación que Pepe daba a sus palabras, no era para inspirar confianza.

Palabra del Dia

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