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Actualizado: 21 de junio de 2025
El joven se embrollaba más y más. En fin, tía Liette, me sería muy penoso el no ir, confesó francamente. Por las tranquilas facciones de la solterona se deslizó la sombra de una duda. Entonces, me es doblemente penoso el insistir, hijo mío, pero te lo ruego, no vayas a esa cacería dijo con dulce firmeza.
Además, esta última parte de la fiesta, hasta que la Macarena entraba en San Gil, cerca ya de mediodía, era la más penosa. Las gentes que se levantaban de dormir, frescas y tranquilas, burlábanse de los encapuchados, ridículos a la luz del sol, arrastrando la embriaguez y las suciedades de la noche.
Sobre el suelo, con las patas atadas, recordando tal vez en aquella atmósfera de sofocación y estruendo las tranquilas llanuras de la Mancha o las polvorientas carreteras por donde vinieron siguiendo la caña del conductor, estaban los pavos, con sus pardas túnicas y rojas caperuzas, graves, melancólicos, reflexivos, formando coro como conclave de sesudos cardenales y moviendo filosóficamente su moco inflamado, para lanzar siempre el mismo cloc-cloc-cloc prolongado hasta lo infinito.
Zuzie y Bettina, tranquilas, en calma, en absoluto olvido de su existencia de la víspera, tomándole cariño ya a esa comarca que acababa de recibirlas y las conservaría por algún tiempo. Juan no se hallaba tan tranquilo; las palabras de miss Percival le habían causado una profunda emoción; su corazón no recobraba aún su marcha regular. Pero de todos, el más feliz era el abate Constantín.
Las mujeres administran bien, su gobierno es el de una buena dueña de casa que toma con exactitud la cuenta á su cocinera. Las gentes tal vez comen mejor y viven más tranquilas que en otras épocas; ya no hay guerras.... Estamos de acuerdo. Pero el mundo se aburre de un modo mortal. No ocurre nada, nadie sueña, nadie aspira á cosas imposibles, nadie comete imprudencias.
Le defenderemos rectificó calurosamente el digno notario. Cuando Carlos volvió encontró a su madre adoptiva ligeramente preocupada. Una nube fugitiva que se ponía algunas veces en sus tranquilas facciones obscurecía el brillo de sus bellos ojos, tiernamente fijos en él y en los que se leía una vaga alarma. Una carta para ti dijo dándole un sobre blasonado. El joven la abrió y la leyó rápidamente.
La duquesa cedió, siguiendo el dictamen de su confesor; pero lloró amargamente, impulsada por un doble motivo. Recibió, pues, a María con excesiva circunspección; con una reserva fría, pero urbana. Leonor, que vivía según sus propensiones tranquilas, muy retirada, no recibía, sino pocas visitas, la mayor parte de parientes; los demás eran sacerdotes y algunas otras personas de confianza.
Ya que no nos es posible salvar el honor de la familia, ¡puñales!, escondámonos donde nadie nos vea, metámonos en un rincón y vivamos tranquilas, diciéndole al Señor: «Señor, nosotras no fuimos, nosotras no tuvimos culpa de aquella barbaridad, nosotras quisimos que fuera bueno; pero él se juntó con los pícaros... y sacó de su cabeza otras picardías». Conque hija, vente a vivir conmigo y olvídate de tus locuras, y si alguien quiere pleito, que lo siga con el Nuncio de Puerta Cerrada».
Pero ya que la Francia y la Alemania se resolvieron á enlazar sus ferrocarriles sobre las tranquilas ondas del Rin, han tenido buen cuidado sus gobiernos de tomar todas las precauciones necesarias para poder cerrar el paso ó volar el puente el dia en que la maldicion de la guerra venga á protestar contra ese símbolo de fraternidad, ó por lo ménos de armonía, que se ve en el ferrocarril.
El empleado a quien obsequiaban con este estruendo había de abandonar su puesto, trasladándose a las galerías de hombres, más tranquilas y disciplinadas que la de estos gorilas del crimen. Al final de la galería encontró Maltrana al Barrabás, erguido en la puerta de su celda. Había visto entrar a su hermano, sereno, sin mostrar emoción alguna.
Palabra del Dia
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