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Vió que la costa avanzaba formando un pequeño cabo y que, en torno de su punta, las aguas se mantenían tranquilas, con una pesadez que denunciaba cierta profundidad. Llegó á tocar con la proa esta tierra, relativamente alta entre las tierras inmediatas. Apoyando sus manos en el reborde de la orilla, dió un salto y quedó de pie sobre el reducido promontorio.

La verdad es que Sandy, en las tranquilas profundidades de su conciencia, estaba persuadido de que los rayos del sol le eran benéficos y saludables; además, desde la niñez, se había negado a echarse con el sombrero puesto; sólo los rematadamente locos llevaban siempre sombrero; y, por último, su derecho a prescindir de él cuando le diese la gana le era inalienable.

Ese espectáculo de las olas, tan pronto tranquilas en su marcha como lanzadas a la carrera en un furioso galope, tiene, a pesar de su monotonía, un inexplicable interés. Es un líquido cargado de sales, movido por el viento con un ritmo mecánico en su circulación, y, sin embargo, da la impresión de una fuerza espiritual de algo infinito.

Se veía en un carruaje lujoso por entre los pinos de la montaña de Bellver o a lo largo del muelle, con Jaime al lado de ella, y gozaba pensando en las miradas de odio de sus antiguas compañeras, que no sólo le envidiarían su riqueza y su nuevo rango, sino la posesión de aquel hombre al que lejanas aventuras y una vida agitada habían proporcionado cierta aureola de terrible seducción, deslumbradora y fatal para las tranquilas señoritas de la isla.

La bahía es verdaderamente espaciosa y admirable: tranquilas y serenas las olas del Tajo, reflejan en sus cristales los edificios de la ciudad, que se ostenta sentada sobre promontorios, artísticamente cortados.

Entráronla en su cuarto las otras dos, bastante alarmadas con tan repentina desazón; pero pronto volvieron más tranquilas, y se fueron al comedor á cenar un salpicón que habían dejado preparado. Reinaba en la casa profundo silencio. Lázaro subió la escalera interior para irse á su cuarto; y al subir no pudo menos de detenerse, porque sintió una voz que le hería el corazón.

A usted le habrán recomendado decía el compañero de Gabriel que guarde respeto al templo: que si desea echar un cigarro se vaya a la galería del Locum; que si quiere cenar se meta en la sacristía. Lo mismo me dijeron a cuando entré al servicio de la catedral. Palabras de gentes que se quedan a dormir en sus casas, muy tranquilas.

En ocasiones, á través de una masa de gentes tranquilas y pacíficas, un atolondrado, sordo y ciego, lo echa todo á rodar. ¡Prodigiosa comedia! Parece como que están ensayando entre ellos el drama que representará nuestro mundo, el noble y serio mundo de los grandes animales visibles.

Ya que le empujaban á ello, sería valentón y jactancioso por algún tiempo, para que le respetasen, dejándole después vivir tranquilamente. Una tarde, tirando á las golondrinas en el barranco de Carraixet, le sorprendió el crepúsculo. Los pájaros tejían con su inquieto vuelo una caprichosa contradanza, reflejada por las tranquilas charcas con orlas de juncos.

Desesperábase cuando el mal tiempo impedía la fiesta y el ganado quedaba en la plaza, no pudiendo volver él inmediatamente a las tranquilas soledades donde pastaban los otros toros. Lento de palabra, torpe de pensamiento, este centauro que olía a cuero y a pasto seco expresábase con calor al hablar de su vida pastoril apacentando fieras. Parecíale estrecho el cielo de Madrid y con menos astros.