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Actualizado: 24 de junio de 2025
Me miras con demasiada tenacidad, sobrina, ¿me encuentras tal vez buen mozo? De ningún modo. Mi tío hizo una ligera mueca. Eso es franqueza, o yo no entiendo jota. ¿Y por qué estás tan pálida? Porque me muero de miedo, tío. Miedo, y ¿de qué? Marchamos tan rápidamente. ¡Es espantoso! Comprendo; es la primera vez que viajas. Tranquilízate, no hay ningún peligro. Y mi prima, tío, ¿está en el Pavol?
Alarmado por su exaltación, el joven trató de calmarla con frases cariñosas y palabras tiernas, acaso sinceras, pues era ante todo el hombre del momento y la pobre criatura hubiera conmovido a un corazón de piedra. Tranquilízate, mi querida Juana. Es una prueba momentánea, una separación muy corta seguida de una eterna unión y de una dicha sin nubes.
Tranquilízate; aún la tendremos veinticuatro horas en nuestra compañía y yo te prometo que tú estarás presente cuando muera. Amaury dejó caer la cabeza sobre el reclinatorio, prorrumpiendo en sollozos. Haría un cuarto de hora que allí estaban de ese modo cuando se abrió la puerta del oratorio y entró el sacerdote. Al ruido de sus pasos volvió Amaury la cabeza y le preguntó: ¿Qué hay?
El misterioso fondo del mar, producto de tantos ensueños, se aparece; y allí, sorprendentes, llenas de movimiento, de vida, en el secreto de sus hogares, vense sorprendidas tribus que se creían muy abrigadas y que nunca, casi nunca vieran el sol ni mucho menos habían estado expuestas á la indiscreta mirada del hombre. Tranquilízate, pueblo tímido.
¡Bah! tontuela, nadie juzga a usted así me dijo con bondad la de Ribert. No llore usted más, no sea niña... Tranquilízate añadió Genoveva enjugándose los ojos, muy encarnados. Te lo ruego; me das pena... Al fin logré dominarme y me decidí a guardarme el pañuelo en el bolsillo. Vamos, ¿se acabó la pena? me preguntó amablemente la de Ribert dándome un beso.
Doña Lupe y Fortunata se miraron con tristeza. «Bueno dijo la tía, viendo que le venía encima una nube . Tranquilízate, escribirás la fórmula, harás tu panacea, tendrá un gran éxito y ganaremos mucho dinero».
Y obedeciendo a una fuerza superior que nacía no se sabe en qué parte de su turbado ser, el tembloroso anciano marchó hacia la puerta. ¿Iba en busca de la milagrosa copita?... De pronto se detuvo, diose una manotada en la frente, se echó a reír, y mirando a Isidora con gozo, dijo: «¡Maldita memoria mía! Ya no me acordaba... ¿De qué? Tranquilízate, José.
Jacinta trincó a su marido por el brazo y le llevó un poquito aparte: «Y qué, nene, ¿hay barricadas?». No, hija, no hay nada. Tranquilízate. ¿No volverás a salir esta noche?... Mira que me asustaré mucho si sales. Pues no saldré... ¿Qué... qué buscas? Jacinta, riendo, deslizaba su mano por el forro de la levita, buscando el bolsillo del pecho.
Á estas palabras que le recordaban la afrenta recientemente sufrida, Clementina cambió de color, y con voz agria dijo: Primo, te felicito: llevas bien la blusa. ¿Qué sabes tú, si no me has visto? Me lo han dicho. ¿Quién? ¿Ese canalla de Bobart? Ese ... ¡tranquilízate; no le verás más! Después de su mala suerte, no lo dudo.
Pero no pudo seguir, y se echó á llorar. Váyase usted.... Usted es muy bueno y me dejará sola. Si vienen ahora, ¿qué van á decir? No vendrán: tranquilízate dijo Bozmediano algo contrariado por aquel recibimiento. Somos ya verdaderamente amigos. Hoy vengo á hablarte, á verte. Ya sabes que me he declarado tu protector.
Palabra del Dia
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