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Aconteció, primeramente, que don Alejandro Bermúdez, sin dar tiempo a que su amigo se sentara, ni acabara de saludar siquiera, le informó de lo tratado allí con Nieves; noticia que alegró mucho a don Claudio, porque había temido, al ver los extraños continentes del padre y de la hija, y al primero con el endiablado papel entre manos, que se hubieran tragado el veneno vertido en su cuarta plana con ese fin por Maravillas.

Martita se había desmayado. Varias señoras se apresuraron a desatarle el corsé y a sacudirla fuertemente para que soltase el agua que había tragado. Después la extendieron en uno de los asientos de popa, y Ricardo, tomando un frasco de éter que don Máximo había traído, se lo aplicó a la nariz.

Muy pronto la negra línea de casas, las aguas y el asta de bandera se perdieron en lontananza detrás de él, como si la tierra las hubiese tragado. El tiempo había amainado. El aire era penetrante y frío, las siluetas de los cercanos mojones se percibían ya; eran las cinco y media cuando Federico alcanzó la iglesia de la Encrucijada en el camino del Estado.

Eran demasiadas emociones en una noche; primero la vertiginosa marcha por el río a través de la ciudad, entre rápidas corrientes y remolinos, creyendo a cada momento verse tragado por aquel barro líquido sembrado de inmundicias; después la confusión, el esfuerzo desesperado, el bogar sin rumbo por las tortuosidades de la campiña inundada, y ahora, de repente, el piso firme bajo sus pies, un techo, luz, calor y la proximidad de aquella mujer que parecía embriagarle con su perfume y cuyos ojos no podía mirar de frente, dominado por una invencible timidez.

En los días de oleaje, Frayburu desaparece como tragado por las espumas, y vuelve a surgir por instantes con su color negro, su piel de monstruo marino y la franja de meandros de plata que lo ribetea.

Hizo Bob una irónica y profunda reverencia y desapareció, tragado por la tierra. Reconociendo la utilidad del consejo de Bob, Cristela lo siguió escrupulosamente. No volvió ya a mirar las almas.

Tiempo sobrado nos quedará después para hablar de eso... y entregarme yo a la Guardia civil para que, atado codo con codo, me lleve a la cárcel, y después me den garrote vil en la plaza de Villavieja. ¡A usted, Leto? A , ; porque, en buena justicia, debió de haberme tragado la mar en cuanto la puse a usted en brazos de Cornias.

Jamás se diera el caso de que Firmo de Rivota, ni Toribión de Lorío, ni Nolo de la Braña ni Celso de Canzana, ninguno, en fin, de los héroes gloriosos que brillaban en los combates provocase la pelea. Esta odiosa misión parecía encomendada á algún chicuelo insolente, á algún despreciable zagal que después de prender fuego á la mecha solía desaparecer como si le hubiese tragado la tierra.

Parecía que a la doña Cirila, a su marido, el de la gorra con letras, y a los amigos que les visitaban, se les había tragado la tierra. Por la noche, sintió Fortunata tristeza y desasosiego tan grandes, que no sabía lo que le pasaba. Se habría podido creer que la contrariaba el no ver a nadie de la casa próxima, el no sentir pisadas, ni ruido de puertas, ni nada.

¡Oh, no! replicó el joven con forzada sonrisa, pasmado de aquella sangre fría. La disculpa, aunque bien urdida, no coló. Valentina estaba bien segura de lo que había visto. ¿Crees que se habrá tragado lo del pinchazo? preguntó Gonzalo con ansiedad luego que hubo salido. Tal vez no; pero no hay cuidado con ella. Es la más reservada de todas.