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Actualizado: 14 de junio de 2025


Ella se había guardado la carta en el seno. Lo que pensaba, lo que infería de la carta era lo que la hacía reír. Por último, D. Acisclo, viendo que la risa continuaba, empezó a asustarse. El rostro de doña Luz se trastornó. Un paroxismo histérico bien marcado se apoderó de ella.

Y aquí estaba la causa del trastorno del alazán: la entrada de la senda formaba una línea sumamente oblicua con el camino de los caballos, de modo que el alazán, acostumbrado a recorrer ésta de sur a norte y jamás de norte a sur, no hubiera hallado jamás la brecha.

Magdalena, dechado de elegancia y distinción, apoyábase en su novio y éste, radiante de felicidad, olvidándose de los espectadores, del bullicio del baile, del ritmo de la música, y anegando sus miradas en los ojos entornados de Magdalena, confundiendo con ella su aliento y escuchando los latidos de sus corazones, unidos por misteriosa corriente magnética, sintiose contagiado por la embriaguez que dominaba a su novia y le trastornó el vértigo.

La mamá entreveía en aquella ignorada página de la existencia de su heredero, amores un tanto libertinos, orgías de mal gusto, bromas y riñas quizás; pero todo lo perdonaba, todo, todito, con tal que aquel trastorno pasase, como pasan las indispensables crisis de las edades. «Es un sarampión de que no se libra ningún muchacho de estos tiempos decía . Ya sale el mío de él, y Dios quiera que salga en bien.

8 nunca la pisaron animales fieros, ni león pasó por ella. 9 En el pedernal puso su mano, y trastornó los montes de raíz. 10 De los peñascos cortó ríos, y sus ojos vieron todo lo preciado. 11 Detuvo los ríos en su nacimiento, e hizo salir a luz lo escondido. 12 Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la prudencia?

Este golpe le trastornó y le modificó tan dichosamente el encéfalo, que, no bien sanó de su grave y peligrosa herida, se convirtió en uno de los más agudos y sublimes sabios jesuitas que hubo en el siglo XVII: escribió luminosos comentarios del Pentateuco, y otras obras no menos útiles que forman juntas diez o doce tomos en folio; y, por último, murió en Roma en olor de santidad.

Después de contestar, Huberto, incomodado, se echó un poco hacia atrás. Entonces la señora Gardanne, como si hubiera querido prevenir una querella de enamorados, dijo en tono conciliante: ¡Es un trastorno tan grande, un enfermo en una casa! Muchas gracias, tía; pero no necesito ser excusada declaró fríamente María Teresa. El telón se levantaba y todo el mundo calló.

Mauricia seguía dando besos al aire y diciendo cosas que enternecían a las demás... «, pensó doña Lupe, que también estaba conmovida . ¡Cuánto quieres a tu hija!... ¡Te la beberías!». Fortunata no aguardó al fin de la escena. Sentía en su interior un trastorno tan grande, que una de dos, o rompía en llanto o reventaba.

13 Y estaba cerca la Pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén. 15 Y hecho un azote de cuerdas, los echó a todos del Templo, y las ovejas, y los bueyes; y derramó los dineros de los cambiadores, y trastornó las mesas; 16 y a los que vendían las palomas, dijo: Quitad de aquí esto; no hagáis la Casa de mi Padre casa de mercado.

Y por su parte Fortunata, que sabía perdonar las ofensas, no habría tenido inconveniente en unir sus votos a los de todo el personal de la casa... Esto tenía más gracia todavía. Pero lo que produjo en su alma inmenso trastorno fue el ver a la propia Jacinta, viva, de carne y hueso.

Palabra del Dia

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