United States or Algeria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Despidieron todos servilmente, pajes, lacayos y galopines, al cocinero de su majestad, y recibiendo iguales saludos de la servidumbre que ocupaba las habitaciones por donde pasaron, salió á la calle, siguió, torció una esquina, recorrió una tortuosa calleja, dobló otra esquina, y al comedio de otra calleja obscura se detuvo. Ese es el postigo de la casa del duque dijo el cocinero mayor.

Ni los terrados de las casas abrasados por el sol de Mediodía. Sólo se divisan allá lejos en la escabrosa pendiente. Las rústicas techumbres que albergan a los pobres montañeses. Y la senda tortuosa y prolongada, que serpentea entre las chozas. Donde el viejo mece a su nieto en la cuna hecha de juncos. En fin, cielo sin color, sol sin sombra, valles sin verdor... ¡Y es allí donde está mi corazón!

El famoso Manos Duras vivía al borde de la altiplanicie, del lado de la Pampa, viendo enfrente el límite de la Patagonia, y á sus pies la amplia y tortuosa cortadura del río y un extremo de la estancia de Rojas. Su casa, hecha de adobes, tenía alrededor otras construcciones aún más míseras y unos corrales de viejos maderos hincados en el suelo, que sólo de tarde en tarde guardaban algún animal.

Los mozos, en vez de enojarse, reciben con estampidos de risa los discursos de Bartolo. Nadie quiere admirar á aquel zagal esforzado, que lo mismo en la paz que en la guerra ostenta su constancia y su fortaleza. Algunos se propasan á embromarle, se burlan de su cerviguillo luciente, de sus caderas un poco derrengadas, de su marcha tortuosa y vacilante.

Tres estudiantes aparecieron a alguna distancia. Krilov los miró con ojos espantados y se alejó a toda prisa. En cuanto llegó, en su carrera, a cierta callejuela angosta y tortuosa, se detuvo. ¿Iba a huir de todos los estudiantes de la ciudad? Además, sus perseguidores sólo eran dos. Volvió sobre sus pasos y no tardó en encontrarse de nuevo en la avenida.

Bartolo iba delante con marcha tortuosa y derrengada. ¡Míralo, míralo! exclamaba Celso con exótico acento. ¡Qué morrillo sabroso luce el maldito! ¡qué buenas piernas! ¡qué nalgas!... Bien se conoce que la tía Jeroma no tiene otro pichón que cebar... ¡Vaya un pimpollo!... Me han dicho que todas las mañanas le unta de manteca fresca para que esté suave y reluzca... Á ver, Bartolo...

Se apartaban los soldados para abrir paso á la comitiva; asomaban caras barbudas y curiosas en los callejones. Sonaba á lo lejos un estrépito de ruidos secos, como si al final de la vía tortuosa existiese un polígono de tiro ó se ejercitase un grupo de cazadores en derribar palomas. La mañana continuaba nebulosa y glacial.

Esa brillante mañana de febrero, al recorrer la larga y tortuosa arteria nombrada, llena de ociosos florentinos y de ricos extranjeros que habían salido de paseo, vi a varios caballeros y señoras de mi relación.

Hace ocho años, decía yo en mis Confidencias: Dejando de seguir el curso del río Saone, si os dirigís por las verdes praderas de Mâcón hacia el pequeño pueblo y cerca de las ruinas de la antigua abadía donde murió Abelardo, el infortunado amante de Eloísa, siguiendo una tortuosa senda, veréis a derecha e izquierda blanquear algunos pueblecitos entre los verdes pámpanos de las vides.

Las aves marinas, atraídas por el resplandor rojizo de la iluminación de la villa, revoloteaban sobre los tejados y tendían sus alas hacia el mar, siguiendo la tortuosa calle de la ría hasta la inmensa plaza del Abra. Comenzaban á abrirse los establecimientos de la gente pobre; abacerías, tabernas y bodegas.