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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Pensadores como López, como Ibarra, como Facundo, ¿eran los que con sus estudios históricos, sociales, geográficos, filosóficos, legales, iban a resolver el problema de la conveniente organización de un Estado? ¡Eh!... Dejemos esas torpezas a don Juan Manuel Rosas, que sabe que, clavando a los hombres un trapo colorado en el pecho, las cuestiones están resueltas.
Ahora ya no necesitaba cometer estas torpezas. Argensola leería por él.
Pronto llega en persona el galán, estúpido personaje, que hace reir mucho con sus torpezas; Inés le da calabazas, declarando que prefiere no tener marido á casarse con un pollino semejante; después se presentan dos judíos como agentes matrimoniales, y le hablan de varios caballeros deseosos de tomar estado.
No se entienda por esto que supongamos indispensables, ni siquiera convenientes la desconfianza perpetua o la frecuente insurrección de los gobernados para que éstos no se hagan, a par de víctimas, cómplices de las torpezas, desmanes y crímenes de los que gobiernan.
Curiosos después los indios de saber á dónde había ido á parar el cuerpo, le buscaron dentro del agua; pero por más que registraron toda la laguna, nunca jamás le pudieron encontrar, dando con esto motivo para conjeturar prudentemente que fué sepultado en los abismos para hacer compañía en las penas al alma, ya que la había incitado y hecho participante de las brutales torpezas de la carne.
Después quise descender más; confundirme con la plebe, conocer las torpezas alcohólicas de la taberna; y muchas veces, vestido de blusa, con la gorra echada hacia atrás, del brazo de «Mes-Bottes o Bibi-la-Gaillarde», entre un tropel de borrachos, fuí tambaleándome por los «boulevares» exteriores, cantando con voz ronca: «¡Allons, enfants de la patrie-e-e!... Le jour de gloire est arrivé-e-e...»
Una amenaza es más de lo que muchos obtienen de mí replicó Miguel. Lo cual no impide que Raséndil, a pesar de tantas amenazas, siga vivo. ¿Soy yo acaso responsable de las torpezas de los que me sirven? En cambio Vuestra Alteza no corre el riesgo de cometer torpezas replicó Ruperto con sorna. No podía decírsele más claro a Miguel que evitaba el peligro.
Experimenta una inquietud indefinible, se vigila con penosa desconfianza a sí mismo; teme que haya en su lenguaje, en sus maneras, en sus hábitos personales algunas torpezas involuntarias que hieran los instintos delicados, los refinados gustos, la superior cultura de su aristocrática consorte, y al mismo tiempo tiembla por el vejamen que para ella puede ser el contacto con ciertas relaciones un poco vulgares que el oficio y el compañerismo imponen al artista.
El auvernés elevó hasta el doctor su mirada, y le dijo con su amable acento, embellecido con este dejo propio del pueblo bajo parisiense: ¡Y bien, qué! Que he empinado un poco el codo. ¿Es acaso una razón para decirme esa sarta de necedades? ¿A qué llamas necedades, majadero? Te reprocho tus torpezas. ¿Por qué no colocaste tu dinero a interés en vez de bebértelo?
Yo tengo el valor de declarar, por lo que a mí concierne, que casi siempre que me veo en esos trances, entro a destiempo y desafinado, y que cuanto más me empeño en enmendar las pifias, peor lo pongo. Pero válgame el consuelo de que llevo vistas mayores torpezas que las mías y hasta enormes inconveniencias y sandeces donde menos eran de esperarse por la calidad refinada de los actores.
Palabra del Dia
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