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Actualizado: 6 de junio de 2025


Pues yo digo que todos estos torneos y melindres son pura niñería, gruñó Tristán de Horla. ¡Por la cruz de Gestas! No sino dejad que me vinieran á con lancitas y puyazos.... ¿Pues cómo combatirías , Tristán? preguntaron algunos. Varios modos hay de hacerlo, replicó el gigante reflexionando; pero me parece que yo empezaría por romper mi espada. Eso es lo que todos procuran hacer. ¡Ah, no!

Desde las diez del día comienzan a dar varias vueltas con orden, a toque o ruido de cajas, por la plaza, unos a pie y otros a caballo, en que arman varias escaramuzas y torneos; hasta las doce, a cuya hora se anuncia la festividad con repiques de campanas y algunos tiros de camaretas, a cuya señal concurren todos los del pueblo a la puerta de la iglesia, en cuyo pórtico está colocado el real retrato en el lado correspondiente al evangelio, en un cajón, con sus puertas y cortinas interiores, y al lado opuesto están las armas reales pintadas en la pared o en lienzo.

Poco menos interesante, aunque notable por los caracteres de los personajes, es Los enredos de Celauro, llenos de vida y de ingenio, y de situaciones dramáticas de gran efecto La boda entre dos maridos, La ocasión perdida, Los torneos de Aragón, El testimonio vengado, El gallardo catalán, Carlos el perseguido, Los peligros de la ausencia, La batalla del honor y otros muchos.

Verdad es que ya antes eran frecuentes el bofordo y los toros; pero desde el año 1107 se hace repetida mención de torneos y fiestas caballerescas, celebradas suntuosamente con asistencia de las damas ; asimismo se ennoblecieron las solemnidades con que se festejaban los casamientos de los grandes, y no faltaron en ellas cantores provenzales, gallegos ó castellanos, que las embelleciesen con músicas y espectáculos dramáticos.

En efecto este pasó, Llegó el nuestro, que pudiera Llamarse el tiempo dorado, Según el punto en que llegan Comedias, representantes, Trazas, conceptos, sentencias, Inventivas, novedades, Música, entremeses, letras, Graciosidad, bailes, máscaras, Vestidos, galas, riquezas, Torneos, justas, sortijas, Y al fin cosas tan diversas Que en punto las vemos hoy, Que parece cosa incrédula Que digan más de lo dicho Los que han sido, son y sean. ¿Qué harán los que vinieren, Que no sea cosa hecha? ¿Qué inventarán, que no esté Ya inventado?

Luego el rey mandó que en las peleas de juego, que se llamaban torneos, saliera siempre a pelear un caballero con los ojos vendados, para que la gente de Francia no se olvidara de aquel gran valor. Y ahí vino el juego.

En nuestro país domina más que en Francia ese idealismo oriental; esa atmósfera vaporosa de los asiáticos, la religion del éxtasis absoluto; orientalismo que unido á nuestro genio por la dominacion morisca y árabe, produjo una casta mestiza, indefinible; más indefinible en España que en pueblo alguno de la Europa: la casta de donde salieron el caballero andante, la dama idolatrada de los torneos, el aventurero de lanza en ristre, el poeta druida, el trovador guerrero, peregrino y apasionado; la casta que empezó á deslindarse en dos grandes períodos de hazañas heróicas y de crueldades terribles; dos períodos representados en primer término por dos hombres muy célebres, el Cardenal Cisneros y D. Juan de Austria.

Su destreza era tan extremada, que el Príncipe, montándolo, corría seguro sobre los adarves de los altos muros de Granada: jamás su dueño había dejado de salir vencedor en las justas y torneos, triunfante en las lides y batallas e ileso en los juegos de cañas y alcancías.

Séneca, Aristóteles, Corneille, Bacon, Montaigne, Joubert, Massillón, San Agustín, Rousseau, Voltaire, Shakespeare, Juvenal, toda una legión, se agitaba, bullía, vibraba en aquel cerebro poderoso, hecho para los torneos y las epopeyas, para las recias batallas y las hondas lucubraciones.

Surgiendo en la puerta, don Fernando observó severamente a su alegre consuegro: ¡Pero vizconde! Os olvidáis de vuestro rango... ¡Un francés no se olvida nunca de su rango ni en los torneos ni en las batallas! Sois un embajador y parecéis un juglar... ¡Y vos sois un grande de España y parecéis un fraile mendicante! Me insultáis... Decid más bien, ¡nos insultamos!

Palabra del Dia

rigoleto

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