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Actualizado: 10 de junio de 2025
Se imaginaba la escena de violencias y crueles tormentos que Elena iba a sufrir, y su imaginación estaba tan impresionada por aquel doloroso espectáculo, que permaneció inmóvil y como petrificada delante del castillo: Una voz que pronunciaba su nombre le hizo alzar la cabeza y le arrancó un grito de alegría.
Dedicó la primera parte de su oración a describir los tormentos del alma apartada de su Dios por el pecado y trazó un cuadro minucioso y perfecto de las ofensas e injurias con que diariamente traspasamos el dulce Corazón de Jesús.
Subió después a la biblioteca, donde un clérigo, hermano de su abuelo, que pasó por sabio en vida, había dejado gran copia de libros, y comenzó a devorarlos. Leyó a Platón, a Descartes, a Santo Tomás, a Fenelón, etc. Se hizo sabio. Pero al entrar la luz de la ciencia en su espíritu, también se deslizó la duda. ¡Qué tormentos tan crueles le causó!
Derramo sobre tu cabeza el licor magico que te destina a los tormentos que te preparo, el sueno y la muerte estaran sordos a tus deseos y a tus suplicas; veras la muerte a tu lado para desearla y temerla. Pero ya tu decreto se cumple, y una cadena invisible te rodea con sus eslabones; mis palabras magicas producen su efecto: tu cabeza se turba y tu corazon esta proximo a marchitarse.
Los dos días transcurridos desde que Leonora abandonó la ciudad, habían sido de tormentos para él. La gente comentando la huida de la cantante; escandalizándose de su inmenso equipaje que, agrandado por la imaginación de los murmuradores, llenaba no se sabía cuántos carros. Esto quien lo sabía bien era el barbero Cupido, que, cual de costumbre, había corrido con todo el servicio del equipaje.
Si lo que en él se dice fuese cierto; si el Señor, irritado por la destrucción de su obra, no admitiese entre sus elegidos a los que así delinquen; si nos separase de Magdalena... ¡Oh! ¡Cuando pienso en que esto pudiera ser!... Aunque sólo hubiera una probabilidad muy remota de que esa amenaza pudiera realizarse sería yo capaz de sufrir, para evitarla, los tormentos más crueles; viviría, si fuera preciso, diez años más... Sí, diez años más de sufrimiento, a cambio de la esperanza de reunirme con ella en la eternidad.
Pero al instante se le ofreció a la mente la imagen de Venturita, y pensó que le sería imposible vivir al lado de ella, sin padecer horribles tormentos. Entonces, como acaece casi siempre en estas luchas, vino el período de las transacciones. «Nada, lo mejor se dijo es huir, marcharse otra vez a Francia o Inglaterra, y no casarse con una ni con otra. De este modo no hay traición.
Los tormentos de estos seres desventurados destrozarían el corazón más empedernido; pero los aficionados no tienen ojos, ni atención, ni sentimientos, sino para el toro. Están sometidos a una verdadera fascinación; y esta se comunica a muchos de los extranjeros más preocupados contra España y en particular contra esta feroz diversión. Además, es preciso confesarlo y lo confesaremos con dolor.
AZUCENA. Me acuerdo de cuando achicharraron a tu abuela; iba cubierta de harapos; sus cabellos, negros como las alas del cuervo, ocultaban casi enteramente su cara; yo, tendida en el suelo, arañando frenética mi rostro, había apartado mis ojos de aquel espectáculo, que no podía suportar; pero mi madre me llamó, y yo corrí hasta los pies del cadalso... los verdugos me rechazaron con aspereza, no me dejaron darla siquiera un beso, y la metieron en el fuego... Todavía retiembla en mi oído el acento de aquel grito desesperado que le arrancó el dolor... Debe ser horrible, precisamente horrible ese suplicio; aquel grito desentonado expresaba todos los tormentos de su cuerpo, y los verdugos se reían de sus visajes, porque la llama había quemado sus cabellos, y sus facciones contraídas, convulsas, y sus ojos desencajados, daban a su rostro una expresión infernal...¡Y esto les hacía reír!
No, ¡santa Virgen! porque se dice en voz baja, en el claustro, que esta tumba es la de Pepa; de Pepa, que un día se atrevió a huir de este santo retiro, pero fue alcanzada en el camino de Sevilla, su amante fue muerto al querer defenderla, y ella... ¡Y bien! ¿y ella, querido ángel? ¡Oh! ella fue llevada al convento, y murió en medio de los mayores tormentos.
Palabra del Dia
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