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Actualizado: 10 de octubre de 2025


¡Cómo! exclamó Carlos espantado, esos tormentos de que hablas... Los he experimentado yo. ¡Y los has podido soportar y ocultarlos! ¿Quién te ha dado el sobrehumano valor que necesitabas para ello? ¡Dios y la amistad! Y ambos amigos confundiéronse en un cariñoso abrazo, mientras el pueblo repetía, aludiendo a los recién casados: «¡Qué felices son

Después de pasar así ocho años, víctima voluntaria de los más insólitos tormentos, cree que debe humillarse aún más para merecer la gracia del Señor, y recorre ciudades y aldeas fingiéndose loco, y sufriendo las burlas é insultos del populacho.

¡ has sido amado, al menos!... Si hubieses visto, por el contrario, que la mujer a quien adorabas amaba a otro; si, más fuerte que la ley de la Naturaleza, los deberes de la religión hubiesen levantado entre ustedes una barrera insuperable; si confidente de su ternura para con tu rival, para un amigo, hubieses velado constantemente por ellos; si, en fin, ¡oh, tormentos del infierno! hubieses unido sus manos, ¿te creerías aún el más desdichado de los hombres?

Tantos años de pesares y de tormentos habían ido destruyendo la salud de Doña Blanca.

Del mal temporal que fue causa para que el viage de Doña Juana se hiciese mas largo, y de la entrevista que tuvo con la querida de Felipe el Hermoso. Un recio y continuo temporal impidió poder darse á la vela. Esto hacia crecer los tormentos de la princesa, y revestirla mucho mas de indignacion, porque todo parecia combinarse para evitar la reunion con su esposo.

Prefería morir mil veces a padecer semejantes tormentos. Clementina la consoló como pudo. Emilio la quería muchísimo: le constaba. Sólo que los hombres tienen a lo mejor estos sofocos, lo que llaman los toreros, extraños. Como el corazón no está interesado, dejándoles sueltos un momento se hastían y vuelven a lo que verdaderamente aman.

Su vida interior le causaba demasiados tormentos para pensar mucho tiempo en estas futilidades. El escepticismo le minaba sordamente. El mundo le parecía cada vez más incomprensible. La idea constante de que todo lo que le rodeaba era una pura apariencia, cuyo verdadero sentido permanecería eternamente ignorado para el hombre, engendraba en su alma una melancolía profunda, que se reflejaba bien en su frente pálida y en la sonrisa triste e indiferente que plegaba sus labios. La experiencia toda entera decía Kant no es más que el conocimiento del fenómeno, no de la cosa en .

Ora por todos cuantos murieron sin ventura, por cuantos padecieron tormentos sin igual, por nuestras pobres madres que gimen su amargura, por huérfanos y viudas, por presos en tortura, y ora por , que veas tu redención final.

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