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No fué necesario más para que todos aquellos indios se pusiesen á punto de caminar; y Dios, atendiendo á las súplicas de su siervo, apenas habían caminado una milla cuando empezó á cubrirse el aire de nubes y cayó una copiosísima lluvia que con increíble júbilo de la gente llenó los pozos y aseguró las esperanzas de coger abundante cosecha.

Desde allí podía ver al ciego confiado á su custodia. Quedaron inmóviles frente á frente. Desnoyers quiso decir muchas cosas, ¡muchas! pero vaciló, no sabiendo cómo revestir de palabras sus quejas, sus súplicas, sus halagos. Por encima de esta avalancha de pensamientos emergió uno, fatal, dominante y colérico. ¿Quién es ese hombre?...

Quiero significar que su sobrino de usted tiene una apoplegía fulminante. Don Acisclo, que amaba a su sobrino, que le consideraba como el complemento de la gloria de su familia, de la que él era el otro complemento, tuvo un sincero y hondo dolor, y estimuló con súplicas y lamentos el celo del médico. No necesitaba éste de estímulos.

Entra el famoso D. Alfonso el Batallador con grande ejército en Andalucía, pónese á vista de Córdoba, causando tanto terror en los mahometanos, que abandonan sus haciendas y se encierran en sus fortalezas; y entonces los cristianos cautivos, como súbitamente libertados de un lánguido y peligroso desmayo, armados de sobrenatural energía, corren en tropel en busca del rey D. Alfonso, y con súplicas y lágrimas le piden se les lleve á su reino, pues mas quieren perder sus casas y bienes que la religion de sus mayores.

Atento a dar gusto a su novia, que le solicitaba a la continua con súplicas y consejos, comenzó a abandonar las diversiones ruidosas y hasta la compañía de los demás oficiales de la Fábrica.

Fue el doctor a visitarla, preguntó cuanto creyó conveniente, hizo los reconocimientos propios del caso, infundió ánimo en el abatido espíritu de aquella señora, que además de joven era hermosa, y luego, llegada la noche, y en vista de las reiteradas súplicas que Molínez le hizo para saber el verdadero estado de su mujer, le habló de este modo mientras paseaban por el jardín del balneario.

5 Ahora, la que en verdad es viuda y sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día. 6 Pero la que vive en delicias, viviendo está muerta en vida. 7 Manda, pues, esto, para que sean sin reprensión. 8 Pero si alguno no tiene cuidado de los suyos, y mayormente de los de su casa, la fe negó, y es peor que el que no creyó.

Mario se le puso delante con las manos cruzadas en actitud suplicante. Por lo que más quiera usted en este mundo, amigo García, le ruego que vayamos ahora mismo. ¡Pero si no hay tren, Sr. Costa! No importa, iremos en coche. Vaciló el delegado algunos instantes, puso varios reparos, pero al fin, vencido de las súplicas del desgraciado padre, se decidió a ir.

La carta de D. Juan Fresco es un documento importante que conservamos en nuestro poder, y del cual no estará de más dar aquí traslado. La carta es como sigue: «Apreciable amigo y dueño: Hasta ahora me he resistido a todas las súplicas de V., por más que le quiero bien, sin poder remediarlo. Y me he resistido porque mi modo de ver las cosas es contrario al de V. en mucho.

El profesor se ha visto repelido y olvidado. ¡Sus viles súplicas ante la realidad, sus esfuerzos vergonzosos para remediar lo que consideró en el primer momento un pasajero capricho femenil!... No quiere acordarse de tales momentos. Todo terminó, príncipe. Ahora anda loca por un oficial americano, y acabará casándose con él. Aquí no hay más hombres que los americanos.