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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Todo lo advirtió el hijo del brigadier de una sola pero intensa mirada, y no sin pena, recordando el antiguo esplendor de su casa. ¡Oh, mamá! ¿cómo sigue V.? dijo avanzando con efusión hacia ella. Bien, ¿y tú, Miguel? contestó tendiéndole una mano. Miguel, que iba decidido a abrazarla, se detuvo ante aquella actitud y se contentó con tomarle la mano y apretarla contra su pecho.
El hijo de la señora Angustias conmovíase con una sensación de vanidad cada vez que pasaba entre los criados, erguidos militarmente dentro de sus fracs negros, y un servidor imponente como un magistrado, con cadena de plata al cuello, pretendía tomarle el sombrero y el bastón. Daba gusto rozarse con tanta gente distinguida.
Debía ser la difunta Correa, que, apiadada de su inmovilidad, había abandonado la tumba para tomarle el dinero del cinto. Tal vez venía con ella la «Viuda del farolito». Escuchó también cierto ruido de dilatación, semejante al bostezo de un hambre larga y fiera.
Entre aquellos dos niños el uno grande y el otro chico nació súbitamente una tierna simpatía. Cuando la niñera quiso tomarle de nuevo en brazos Paquito se resistió fuertemente, persistiendo en agarrarse al cuello del marqués, que entusiasmado con tal preferencia no cesaba de acariciarle y divertirle con todo el repertorio de sus payasadas.
Fernan Jiménez desesperado ya de que Modico se le rindiese, y de tomarle, estaba dentro de su tienda dudoso de lo que habia de hacer, cuando las voces y algazara de los que bailaban le sacó de su tienda. Poco á poco se arrimó á las murallas, reconociéndolas sin gente, mandó que ciento de los suyos diesen una escalada, y él con lo restante acometeria la puerta.
Juanita advirtió que el tendero murciano trataba de tomarle el pelo, valiéndose de una expresión que ahora se emplea en estilo chusco, y, como era poco sufrida, empezó a perder la paciencia y dijo bajando la voz, pero aguzando cada una de sus palabras como si fuese una lanceta: Es, déjese usted de bromas insolentes, tío marrano. Piense usted bien mi proposición y verá que le tiene cuenta.
Son hijos de Dios lo mismo que esta pobre pequeña de aquí.... Hice mal, muy mal en tomarle tanta afición.... Pero es que sólo un perro, ¡qué!, ni un perro...: sólo una fiera puede besar a un angelito y no quererlo bien». Resumiendo después sus cavilaciones, añadió para sí: «Soy un majadero, un Juan Lanas. No sé a qué he venido aquí la vez segunda. No debí volver.
Después avanzó sola hacia el sitio en que se hallaba el conde. Y como llegase allá, fué saludada por Octavio que se hizo almíbar al tomarle la mano y enterarse de su salud. Todos juntos se dirigieron lentamente hacia el palacio, porque el sol ya declinaba. En una de las revueltas del camino tuvo tiempo el conde para decir en secreto á su mujer: Conviene que te muestres amable con ese muchacho.
Es seguro que el dinero que tomemos, por enrevesado que sea el método de tomarle, nos ha de costar lo mismo o más que por el método sencillo y expeditivo de emitir Treses. Trasmitida la operación al idioma pintoresco del vulgo, será siempre tirar de los pies a un ahorcado.
En cuanto á lo del traje continuó , estos señores tendrán que esperar á que el Hombre-Montaña se haya levantado, si es que no prefieren tomarle medida mientras está tendido en su cama.
Palabra del Dia
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