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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Comprendía el dolor de ella viendo el traje de luto que llevaba por la muerte de la madre de su esposo. Además, ¡el triste fin de Pirovani, la fuga de Canterac, tantos sucesos en tan poco tiempo!... Es muy triste, señora marquesa, lo que le ocurre, pero no por eso debe usted llorar. Y se atrevió á tomarle las manos, oprimiéndoselas dulcemente antes de apartarlas de sus ojos, húmedos de llanto.

Tal trabajo no podía tomarle su madre. Sólo el P. Jacinto podría persuadir á Clarita á que se retirase al claustro.

María, que muy bien entendió la inteligencia del cantar, y que ni una mínima palabra de él dejó ir de su memoria, viendo las señas casi discretas del perro, recordando que por aquel mismo tiempo en que estaba debería tener nuevas de su ausente, percibiendo en aquel punto un papel entre sus manos, y, más que todo, sintiendo levantarse en su alma mil esperanzas de contento y gusto, no pudo resistirse de tomar aquel mensaje, y, lo que es más, de tomarle encubiertamente y sin dar sospecha a nadie.

Tenía bastante correa, y además un ingenio vivo y sutil que recogía admirablemente el ridículo y sabía dar en rostro con él a sus contrarios. La mayor parte de las veces los que iban a «tomarle el pelo» salían muy bien trasquilados. Los años, la práctica, le habían adiestrado de tal modo en el pugilato de frases incisivas que realmente era temible. Tenía la intención de un miura.

Los sitiados, casi en fuga, se retiraban al fuerte, y ya Jorge Brito y Morsamor tenían la esperanza de tomarle por asalto cuando el propio rey de Achin llegó en defensa del fuerte con más de dos mil infantes, con algunos caballos y con seis elefantes poderosos adiestrados para la lucha, defendidos por muy firmes corazas y dirigidos por cornacas hábiles y denodados.

Cuando vio a Muñoz se entristeció, le tendió la mano casi con timidez. Sus ojos expresaban dulzura y seriedad. Lucía caminó rápidamente hacia ella. ¡Qué bonita estás! exclamó contemplándola con admiración. En seguida, para dejarla con Muñoz, le hizo un signo de inteligencia, agrandando los ojos y sonriendo; le dio la espalda y fue a tomarle las manos a Charito.

Su Divina Majestad, si hago una vida santa, si me arrepiento, si me mortifico durante el noviciado, me dará fuerzas y merecimientos después para tomar el velo, sin que sea insolente audacia tomarle. Nada he dicho aún á nadie de esta reciente resolución; pero estoy decidida.

Estuvimos sobre él cuatro dias sin poder hacer nada: hasta que un indio Cário, que habia sido su capitan, y era dueño del pueblo, vino de noche al general, pidiéndole con gran instancia, que no le destruyésemos con fuego, ofreciendo, si le permitíamos, dar traza y forma de tomarle. Prometíole el general, que no recibiria ningun daño, asegurándole lo cumpliria.

No me pertenezco: usted es mi padre: mi amor y mi agradecimiento me mandan obedecer a usted: si así no fuera, hace mucho tiempo que habría tomado un partido cualquiera. Pero no quise tomarle sin conocimiento de usted. Y como no sabía donde usted se encontraba... como durante seis años no ha escrito usted una sola carta... ¿Y para qué? ¿Para qué?

Pero, si no piensa en tal cosa y me he engañado, ¿no sería tan ridículo como impertinente el tomarle la delantera y hacerle comprender que he adivinado su intención y que no debe contar conmigo? Por otra parte, ¿no ha dicho que solamente Elena elegiría?

Palabra del Dia

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