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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Pues no lo sé, ni lo he sabido nunca. ¡Nadie! ¡nadie! exclamó el clérigo terciando el manteo y comenzando a dar vueltas por la habitación como un loco. ¡Nadie sabe dónde se esconde ese pillo!... Porque es un pillo, ¿sabe usted? añadió encarándose con Timoteo ferozmente como si no esperase más que éste le contradijese para arrojarse sobre él. ¡Un granuja! ¡un miserable! ¡un estafador! ¡En cuanto le tropiece le piso la cara!
Finalmente, el artista pidió con más humildad que ceremonia la mano de Presentación, añadiendo que, si no lograba verse unido a ella, sus medidas estaban ya tomadas, su resolución era irrevocable. Y no se explicó más; pero bastaba y sobraba, atento el tono fúnebre con que profirió tales palabras. Timoteo pensaba en divorciarse de la existencia.
Volvió a la carga con otra: tampoco el catalán se dio por ofendido. Era hombre de buena pasta y amigo de las bromas. Mas el violinista llegó a ponerse tan agresivo, que al fin no pudo menos de decirle seriamente, suspendiendo su juego: Oiga usted, amigo, ruego a usted que sea más comedido en las bromas; de otro modo, me parece que no vamos a parar bien. Timoteo sonrió ferozmente.
Por esta razón y porque nadie podía disputar a Presentación el premio de la belleza, aquélla continuó imperando despóticamente entre los jóvenes invitados. Su caballero era siempre el odioso Grass, como observaba cada vez con mayor encono Timoteo. Pero de vez en cuando dirigía intensas miradas del lado de Godofredo Llot. Esto no lo observaba Timoteo.
6 Pero volviendo de vosotros a nosotros Timoteo, y haciéndonos saber buenas noticias de vuestra fe y caridad, y que siempre tenéis buena memoria de nosotros, deseando vernos, como también nosotros a vosotros. 7 En ello, hermanos, recibimos consolación de vosotros en toda nuestra tribulación y necesidad por causa de vuestra fe;
Presentación vacila un momento, mira de reojo al violinista, sonríe maliciosamente y se deja arrastrar al baile por tal odiosísimo sujeto, a quien desde aquel punto dedica Timoteo toda la hiel que elabora su organismo.
8 Pero estaré en Efeso hasta Pentecostés; 10 Y si llegare Timoteo, mirad que esté con vosotros seguramente; porque también hace la obra del Señor como yo. 11 Por tanto, nadie le tenga en poco; antes, llevadlo en paz, para que venga a mí, porque lo espero con los hermanos. 14 Todas vuestras cosas sean hechas con caridad. 16 que vosotros os sujetéis a los tales, y a todos los que ayudan y trabajan.
Un gran siseo sumergía y apagaba aquel grito interrogante. Reinaba otra vez el silencio. Pero cuando parecía que todo iba a quedar sofocado se oía otra vez a Timoteo que desde el centro clamaba con voz agria: ¡Es que yo deseo saber por qué me pega a mí ese tío gordo! Al cabo estas preguntas peligrosas se fueron atenuando; se hicieron más raras y débiles.
Me había dicho Timoteo que no había usted venido en dos días, y temía que estuviese indispuesta; pero la he visto esta tarde en las Góngoras a las cuarenta horas y me tranquilicé. ¡Ah! ¿Estuvo usted en las Góngoras? ¿Y por qué no se llegó a saludarme, pícaro? Salía con el padre Iturralde cuando usted entraba, y no podía detenerme porque íbamos de prisa a la conferencia de San Vicente.
El cariño no puede razonarse, y yo se lo he tomado a ese muchacho. No digo a Presentación solamente: si diez hijas tuviera y Timoteo me las pidiese, las diez le daría sin vacilar un momento.» Aquella prueba poligámica de simpatía conmovió de tal manera al violinista que se alzó de nuevo agitando el sombrero; pero D.ª Carolina logró hacer que se sentase tirándole de la levita.
Palabra del Dia
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