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Y por la mañana me llevarás a misa... y después... después unas vueltas entre calles para lucir este cuerpecito... Daba saltos de alegría y batía las palmas la revoltosa niña, tanto por la perspectiva de aquella bienandanza como por ver a su hermana feliz; porque en el fondo no era mala, aunque Timoteo la apellidase casi todas las noches ingrata y orgullosa con el violín.

¡Escóndase usted! le dijo Capitana Loleng; pueden calumniarle... ¡escóndase usted! Isagani volvió á sonreirse y no contestó nada. Don Timoteo, prosiguió Chichoy, no sabía á quien atribuir el hecho; él mismo había dirigido los trabajos, él y su amigo Simoun, y nadie más. La casa se alborotó, vino el teniente de la Veterana, y despues de encargar á todos el secreto, me despidieron. Pero...

Verdad es que había oido hablar de pintores estrangeros como Rafael, Murillo, Velazquez, pero no sabía cómo dirigirse á ellos, y luego puede que salgan algo sediciosos... Con cromos no se arriesgaba nada, los filipinos no los hacían, le salían más baratos, el efecto parecía el mismo, si no mejor, ¡los colores más brillantes y muy fina la ejecucion! ¡Vaya si don Timoteo sabía como arreglarse en Filipinas!

19 el atesorar para buen fundamento para en lo por venir, que echen mano a la vida eterna. 20 Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, y apartase de las voces profanas de vanas cosas, y los argumentos del vano nombre de ciencia; 21 la cual pretendiendo muchos, fueron descaminados acerca de la fe. La Gracia sea contigo. Amén.

En cuanto el joven Corneta, dando pruebas de buen gusto, se acercó a ella y le hizo el honor de dirigirle algunas palabras galantes, ¡adiós Grass! ¡adiós Godofredo también! Aquellos lindos ojos maliciosos ya no tuvieron miradas sino para Corneta; aquella fresca boca movible sólo para él formó sonrisas. Timoteo observó esto con mezcla de dolor y satisfacción.

¡Pícaro, qué bien me conoce usted! exclamó dándole un pellizco. Timoteo clavó en ella una mirada de besugo atónito. A usted no se le ha escapado el cariño con que siempre le he mirado. Es una debilidad, una manía; nunca he podido remediarlo. Mis hijas me tienen dicho un millón de veces: «¡Pero, mamá, no callas con Timoteo! ¿Y qué le voy a hacer, hijas mías?

Ya no se estilan discursos, papá, ¡y con éste menos! Llegó Júpiter en compañía de Juno, convertida en un castillo de fuegos artificiales: brillantes en el tocado, brillantes al cuello, en los brazos, en los hombros, ¡en todas partes! Lucía un magnífico traje de seda, con larga cola, bordada de flores de realce. S. E. tomó realmente posesion de la casa, como se lo suplicó balbuceando don Timoteo.

Tenía razón don Timoteo. Haga usted una visita a don Timoteo; en buena hora; pero no espere usted que se la pague. Don Timoteo no visita a nadie. ¡Está tan ocupado! El estado de su salud no le permite usar de cumplimientos; en una palabra, no es para don Timoteo la buena crianza. Veámosle en sociedad. ¡Qué aire de suficiencia, de autoridad, de supremacía!

Allí hay algunas cosillas... ; pero un sabio de la reputación de don Timoteo habrá publicado además obras de fondo y... ¡Oh! ¡no se puede... no saben apreciar!... ya sabe usted... a salir del día... Sólo la maldita afición que uno tiene a estas cosas...

El novio tenía en efecto la fisonomía truhanesca del dios del amor, y con un poco de buena voluntad se podía tomar por aljaba la joroba en su máximum, que la severidad del frac no llegaba á ocultar. Don Timoteo empezaba á sentir dolores de cintura, los callos de sus piés se irritaban poco á poco, su cuello se cansaba y ¡faltaba aun el Cpn. General!