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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Sí, respondía don Timoteo; ¡pero lo que me ha costado ese decreto! Y luego, el derribo no se hace hasta dentro de un mes, hasta que venga la cuaresma; pueden venir otras partidas... yo hubiera querido que se derribasen al instante, pero... Y además, ¿qué me van á comprar los dueños de esas casas si son todos unos más pobres que otros? Siempre podrá usted comprarlas casitas por una bicoca...
Señor don Timoteo, traigo un artículo para usted: insértemelo usted en su miscelánea. ¡Ah! ¿Esto? Es imposible, ¡imposible! Y me añade al oído: Usted no sabe que el sujeto que ha propuesto él, se llama D. Y. Z. Bien pudiera llamarse así ese sujeto y corregirse el defecto. Pero es pariente del señor... ¿Y no pudiera seguir siendo su pariente después de desaparecer el defecto?
Pasando una mañana Timoteo desde la sala al comedor, D. Pantaleón, que al parecer estaba apostado en uno de los cuartos del pasillo, se arrojó sobre él de improviso, le echó las manos al cuello y hubiera concluido probablemente por estrangularle si al ruido no hubiera acudido la gente de casa. A duras penas consiguieron arrancárselo de las manos.
Chichoy había ido á entregar unos trabajos para don Timoteo Pelaez, un par de pendientes para la recien casada, á la sazon en que demolían el kiosko que en la noche anterior había servido de comedor á las primeras autoridades. Aquí Chichoy se ponía pálido y sus cabellos se erizaban.
Y como los que aquella noche supieron algo de los acontecimientos en casa de don Timoteo eran en su mayor parte empleados y militares, no era difícil desmentir el hecho en público: se trataba de la integridad de la patria. Ante este nombre, Ben Zayb bajó la cabeza lleno de heroismo, pensando en Abraham, Guzman el Bueno ó, cuando menos, en Brutus y otros antiguos héroes de la historia.
14 Pero luego los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí. 15 Y los que habían tomado a cargo a Pablo, le llevaron hasta Atenas; y tomando orden de él para Silas y Timoteo, que viniesen a él lo más presto que pudiesen, partieron.
21 Os saludan Timoteo, mi coadjutor, y Lucio y Jasón y Sosípater, mis parientes. 22 Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor. 23 Os saluda Gayo, mi huésped, y de toda la Iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto. 24 La gracia del Señor nuestro Jesús, el Cristo, sea con todos vosotros. Amén.
Juanito era listo, hábil, alegre, pillo, hijo de un rico comerciante de Manila y mestizo español por añadidura, ó si se ha de creer á don Timoteo, español de pura sangre; en cambio, Isagani era un indio provinciano que soñaba en sus bosques llenos de sanguijuelas, de familia dudosa, con un tío clérigo que quizás será enemigo del lujo y de bailes, á que ella era muy aficionada.
Se me olvidaba decir que la ropa era adrede mal hecha, afectando desprecio de las cosas terrenas, y todo el conjunto no de los más limpios, porque éste era de los literatos rezagados del siglo pasado, que tanto más profundos se imaginaban, cuanto menos aseados vestían. Llegué, le vi, dije: éste es un sabio. Saludé a don Timoteo y saqué mis manuscritos.
No lo he leído... ¡Como no leo esas cosas! exclama. Hable usted de teatros a don Timoteo. No voy al teatro; ¡eso está perdido!... porque quieren persuadirnos de que estaba mejor en su tiempo; nunca verá usted la cara del literato en el teatro. Nada conoce, nada lee nuevo; pero de todo juzga, de todo hace ascos.
Palabra del Dia
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