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Actualizado: 5 de junio de 2025
A este salón venía muchas veces Lázaro en busca de algo para leer, o por entretenerse ordenando lo que allí estaba confundido. Abría un balcón que daba al jardín, y, respirando el grato aroma de los tilos cercanos, dejaba pasar el tiempo o se abismaba en sus eternas dudas.
Luego, Jaime subió al vestíbulo; su elegante silueta se destacó sobre el resplandor del salón iluminado, y pronto desapareció entre la muchedumbre. Juan continuó sus paseos, no ya ante la casa, sino a la sombra protectora de una doble fila de tilos, bóveda sombría que desciende en suave pendiente desde el castillo hasta el Marne.
En este sitio la larga calle de tilos que costeaba el muro, formaba un terrado. Levantando la cabeza, el abate vio a la señora de Lavardens con su hijo Pablo. ¿Dónde vais, señor cura? preguntó la Condesa. A Souvigny, al Tribunal, para saber... Quedaos con nosotros. M. de Larnac vendrá después de la venta a darnos cuenta del resultado. El abate Constantín subió al terrado.
El viento pasa estremeciéndose por los tilos; aquí y allí brilla tristemente una luz que parece alumbrar secretos dolores. Por el camino avanza un hombre ebrio que exhala sordos gruñidos y quiere atacarme. En torno mío las tinieblas, la miseria y la rudeza; en mi alma el remordimiento y una pasión que jamás se saciará, he ahí lo que me reservaba el porvenir.
La veía sentada al sol en el balcón, inclinada sobre su costura; la veía gozar del descanso de mediodía bajo los frondosos tilos del jardín; la veía, mientras la voz de su marido retumbaba en el patio y junto a ella la cafetera cantaba su dulce canción; la veía, esperando que él entrase, seguir con mirada soñadora los copos de nieve que revoloteaban en el aire.
El doctor cedió de buen grado; entonces acercaron suavemente sus sillas al círculo luminoso de la lámpara, y ya no se oyó más que el silbido del viento de invierno que agitaba las peladas copas de los tilos y la voz monótona y velada del lector acompañada por el coro de invitados al velorio, que por momentos se elevaba hasta un sordo estruendo para extinguirse en seguida en un murmullo.
A ella se le antojaban extravagancias, porque desde niña tenía un instinto de orden y tranquilidad y le parecía mal que Martín fuese tan loco. Los Ohandos eran dueños de un jardín próximo al río, con grandes magnolias y tilos y cercado por un seto de zarzas. Cuando Catalina solía ir allí con la criada a coger flores, Martín las seguía muchas veces y se quedaba a la entrada del seto.
Pónese al abrigo bajo los tilos que rodean el terrado, y mira y espera. El viene ahí entre esa masa confusa de caballeros. ¿Podrá reconocerlo? Alguna feliz casualidad le hará volver la cabeza hacia ese lado. Bettina sabe que es teniente de la segunda batería de su regimiento; sabe que una batería se compone de seis cañones y seis cajas. El abate Constantín le enseñó también esto.
Al pié, al occidente, demora la ciudad, donde hormiguea una poblacion activa y numerosa, de cuyas plazas y mas grandes calles y avenidas se destacan grupos corpulentos de magníficos plátanos orientales, tilos, castaños y otros árboles de gran talla y tupido follaje, rodeando numerosas fuentes de mármol ó de piedra.
Donde quiera se destacan entre filas regulares de corpulentos olmos, tilos y castaños, numerosas calles compuestas de casitas y tiendas repletas de todo lo que la industria puede producir mas elegante y rico en materia de joyas, sederías, cristalería, curiosidades artísticas, guantería y mil otros objetos de gusto y de uso indispensable en la sociedad lujosa, que el capricho de la moda se esfuerza por exagerar y variar hasta lo infinito.
Palabra del Dia
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