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Actualizado: 18 de junio de 2025


Ahora quería torear para ganar dinero lo mismo que los españoles, y asistía todas las tardes a la escuela con la firme voluntad de un niño testarudo, pagando generosamente sus lecciones. Figúrate : ¡torero con esa facha!... ¡Y a los cincuenta años bien sonaos!

¡Su amistad! ¿Hasta qué punto me bastará tal sentimiento? ésta es la cuestión. ¿Qué puede haber de común entre una sociedad fría y austera, que no goza más que de alegrías serias y placeres acompasados, y esta unión, llena de embriaguez y de voluptuosidades, en la que dos seres predestinados vienen a confundir toda su existencia? ¿entre ese alimento de algunas almas miserables y el fuego puro y regenerador que devora la vida y la reproduce? ¡La amistad! ¡y qué! al niño testarudo que pide el objeto que se le ha sustraído, se le arroja cualquier chuchería para distraerlo.

Era Karl, que había abandonado el gimnasio y se mantenía de pie entre los dos, mirando a uno y a otro sin entender lo que hablaban. En su atenta inmovilidad notábase una expresión de niño viejo, un fruncimiento de cejas de persona mayor que sospecha y reflexiona. Su frente saliente, de testarudo, parecía hincharse y latir.

La señora la hizo callar, muy contrariada por el escándalo, y siguieron la marcha, mientras Nelet, alegre por este incidente que rompía lo monótono de las compras, preguntaba como un testarudo a la muchacha en qué sitio la habían pellizcado, y sentía un escalofrío de gusto cada vez que ella, ruborizándose, le llamaba «animal» y «descarado ».

Luego continuaba leyendo la historia de una dinastía de toros, todos con nombre propio y un número romano á continuación, lo mismo que los reyes; animales adquiridos en las grandes ferias de Inglaterra por el testarudo estanciero. Nunca había estado allá, pero empleaba el cable para batirse á libras esterlinas con los propietarios británicos deseosos de conservar á su patria tales portentos.

¡Qué testarudo! exclamó el Capitán, impaciente. ¡Te he dicho que no somos enemigos tuyos! Todos los hombres de tu raza son enemigos míos. Otros, ; nosotros, no. Es igual; todos sois lo mismo. ¡Pero si yo no he visto a tu hijo! Lo habrán matado los arfakis, tus aliados. ¡Eres un canalla! Soy Uri-Utanate. ¡Un pillo! gritó el Capitán exasperado. ¡Calla, hombre blanco! ¡No tengo miedo a los tuyos!

La inesperada defensa de los fugitivos había perturbado la marcha de la invasión. Desnoyers pensó en este puñado de locos y su testarudo jefe: ¿qué suerte iba á ser la suya?... Al fijar sus gemelos en las cercanías del pueblo vió las manchas rojas de los kepis deslizándose como amapolas sobre el verde de unas praderas. Eran ellos que se retiraban, convencidos de la inutilidad de su resistencia.

La tía María estaba sentada a la cabecera del enfermo. Vamos, vamos, tío Pedro le decía la buena anciana , olvídese de que es catalán y no sea tan testarudo; déjese usted gobernar siquiera una vez en su vida y véngase con nosotros al convento, que ya ve usted que allí no falta lugar. Así podré asistirle mejor y no estará aquí aislado y solo en un solo cabo como el espárrago.

Y continuó en su sitio sin entender al teniente, que le ordenaba la fuga con rudas palabras. ¡Paisano testarudo!... El eco de la explosión había poblado la carretera de jinetes. Salían de todas partes, uniéndose al primitivo grupo. Los hulanos galopaban con la certeza de que el pueblo estaba abandonado. ¡Fuego!...

Fray Fernando Jesús de Arce era testarudo, y dijo en el primer momento que no acataba el mandato mientras no viniese del mismo Papa; pero su amigo, el comisario general, consiguió apaciguarlo, diciéndole: Padre reverendo, más vale maña que fuerza. Pues la cuestión ante todo es de amor propio, éste quedará a salvo acatando y no cumpliendo.

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