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Actualizado: 27 de julio de 2025
»¡Vetusta, Vetusta encerraba aquel tesoro! ¿Cómo no sería Obispo el Magistral? ¡Quién sabe! ¿Por qué era ella, aunque digna de otro mundo, nada más que una señora ex-regenta de Vetusta? El lugar de la escena era lo de menos; la variedad, la hermosura estaba en las almas.
Murieron con Garay justo cuarenta De la gente escogida paragueña; Los indios eran solos ciento y treinta: Iba con el Garay gente estremeña, Y entre ella algunos iban de gran cuenta. Aquì muriò Valverde, bella dueña, Que en quitarla la muerte, al mundo quita Tesoro, y el contento á Piedra Hita.
Cosa es que nunca pudo averiguarse cómo dos lunfardos llegaron a conocer el tesoro de Cañete: el hecho es que se lo robaron de una manera ingeniosa. Una tarde, al toque de oraciones, llegó a la sacristía un individuo al parecer italiano, cohibido, tímido, cortado, y le dijo que un amigo suyo que estaba moribundo deseaba confesarse con él, que sabía era caritativo y generoso. No puedo salir ahora.
Teresa se resistió á abandonar á su hijo aunque sólo fuera por breve rato: pronto dejaría de verlo; que no la robasen el tiempo que le quedaba de contemplar á su tesoro. Y prorrumpiendo en lamentos más fuertes, se abalanzó sobre el frío cadáver, queriendo abrazarle.
Así trascendía ello, que mareaba. Del «lecho nupcial», tesoro inapreciable de maderas, bronces, lienzos, sedas, y brocados, y del simbólico boudoir, obra de hadas, que no de mortales, ¡Cristo mío, qué cosas se escribieron!... En fin, hasta para los carruajes ingleses, y para los caballos que habían de arrastrarlos, y para los levitones peludos de los cocheros que habían de conducirlos, hubo jarabe en las plumas, y sahumerios en los incensarios de aquellos ingenios de guardarropía.
Vieron todos aquel lugar como un santuario cuya conquista era el supremo galardón de la victoria, y se arrojaron sobre los defensores del agua escasa y corrompida que arrojaban unos cuantos arcaduces en un estanquillo. Los enemigos, que no querían desprenderse de aquel tesoro, lo defendían con la rabia del sediento.
mirase el agua, sin la preposición a, aunque solía usarse ante complemento directo de cosa en la época clásica. A. Castro, Teatro antiguo español, II, 214. Véase la nota anterior. achaques: "la escusa que damos para no hazer lo que se nos pide o demanda, de donde nació el proverbio, Achaques al viernes por no ayunarle." Covarrubias, Tesoro. a la he, a la fe.
Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de mí con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi frente calurosa, beber hielo y besar nieve... nieve teñida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol... una mujer blanca, hermosa y fría, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantástica hermosura, que parece que oscila al compás de la llama, y me provoca entreabriendo sus labios y ofreciéndome un tesoro de amor... ¡Oh!... sí... un beso... sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume.
Don Braulio, no obstante, era una de aquellas criaturas en quienes toda emoción grata dura poco, a quien acude súbito la idea triste que envenena dicha emoción. «Mas ¿por qué se decía soy yo el que ella ama, el único dichoso, el dueño del tesoro, el que tiene la llave de su corazón? Por una casualidad, primero: por haberla hallado en un lugar donde nadie había que compitiese conmigo.
Convocó ésta al punto el Consejo de Ministros, y dividiéronse las opiniones. Querían unos engarzar en oro el dientecito y guardarlo en el tesoro de la Corona; y proponían otros colocarlo en el centro de una rica joya, y regalarlo á la imagen de la Virgen, patrona del Reino.
Palabra del Dia
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