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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Delante de él, sobre la mesa, donde se ven casi siempre en orden, blancos y redondos, pequeños montones de harina de flor, brillan entonces pequeños montones de monedas de plata; y en lugar de los bretzel miserables se oye el crujido de los billetes de banco. Es el tesoro que Martín le confió el último domingo con el encargo de entregarlo a Juan.

Entonces Gaspar Vela Núñez o Gonzalo de Ahumada, llegados recientemente del Perú, referían cosas de América: alimañas y frutos fabulosos, segundones miserables enriquecidos de súbito por algún tesoro enterrado, huacas repletas de joyas, victorias enormes en que la sangre enjabonaba los dedos y era preciso encordelar la espada y la pica para que no se escurriesen.

La pequeña entrada a estas galerías estaba antes oculta por sólo malezas y zarzas, pero después que el tesoro quedó guardado aquí, Su Eminencia descubrió que el paraje era muy adaptable para construir una ermita, e hizo construir esta pequeña choza que han visto ustedes sobre la pequeña abertura de la roca, al costado del enorme peñasco, con el objeto de ocultarla.

Esta revelación es el tesoro más precioso con que he sido dotado. Quiero gozar de él; quiero recobrar la libertad y responder al llamamiento de lo que hay en de divino. Esta revelación me dice que soy un extranjero en este mundo, sometido a la necesidad, y que puedo romper los lazos que me unen a él.

No obstante es bien sabido que los filósofos disputan hasta sobre la existencia de esta idea, de suerte que siendo ella un tesoro infinito, los que le poseen dudan de su realidad: á la manera de los antiguos caballeros que hallándose en un soberbio castillo adornado con gran riqueza y esplendor, dudaban de si lo que estaban presenciando era realmente un castillo ó una ilusión producida por un hechicero.

Un espantoso dragón, amaestrado sin duda por los hombres rojos, velaba en el fondo de la sima con el tesoro debajo de su panza. El imprudente que se descolgaba le servía de pasto.

El tesoro privado del Califa se aumentaba ademas con frecuentes donativos que le hacian propios y estraños, como se verá en lo sucesivo. Sobre esta singular costumbre de dividir los Musulmanes con los Cristianos las basílicas de las ciudades conquistadas, y de que no se encuentra memoria en nuestros antiguos cronistas, pueden verse las autoridades citadas en la nota 1.ª del Sr. Gayangos al cap.

En cuanto á Dorotea, no diremos que el duque se alegrase de su muerte. Pero el corazón humano es un abismo. Dorotea era un cocodrilo alimentado con oro. Le sacrificaba. Viva Dorotea, no era posible dejarla. ¿Qué se hubiera dicho de la magnificencia del duque de Lerma? No dejándola, era preciso satisfacer sus gastos. Por la muerte de Dorotea heredaba Lerma un tesoro.

Pero si preguntamos qué especie de superioridad ha dado al teatro alemán este tesoro inagotable de elementos poéticos, no dejará de ser aflictiva la respuesta.

Pues quisiera dejarlos aquí, á vuestro cuidado, con todas las buenas cosas que contienen, á excepción de esta cajita de plata labrada, cristal y piedras preciosas, regalo de mi capitán á la baronesa de Morel. ¿Queréis guardarme mi tesoro? Descuidad, arquero, que conmigo estará tan seguro como en las arcas del rey. Volved cuando queráis, que aquí habréis de hallarlo todo intacto.

Palabra del Dia

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