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Actualizado: 27 de julio de 2025
Mas este tesoro ya no se componía exclusivamente de obras religiosas.
«No sé lo que habrá aquí dijo Pez revolviendo el tesoro con sus dedos, y afectando hacerlo con indiferencia para dar a entender su familiaridad con los millones . Mil, dos, cuatro, ocho... Usted dirá». El efecto fue inmenso.
Dolz, á quien cita, nuestros empleados en aquellas aduanas defraudan al Tesoro, y sin duda envían á España cada año la friolera de ocho millones de pesos fuertes.
Un día nos dijo que sí, que estaba dispuesto a decir dónde estaba el tesoro. Llamó a Ryp y quedamos de acuerdo en ir todos a la orilla del río, escoltados por diez moros armados. Llegamos a la arruinada fortaleza, y Allen exigió que le dejaran solo.
-Si yo te hubiera de pagar, Sancho -respondió don Quijote-, conforme lo que merece la grandeza y calidad deste remedio, el tesoro de Venecia, las minas del Potosí fueran poco para pagarte; toma tú el tiento a lo que llevas mío, y pon el precio a cada azote.
En seguida se metió con su familia y con su tesoro en la diligencia, y se largó a Madrid; buena escuela, como él decía, para tomar aire y tono que lucir después en la ciudad.
¡Eres un tesoro, hija mía!... dame un beso... ¿quieres decir abajo que no me aguarden para almorzar?... No me encuentro bien... Cuando me dejo dominar por mi desdichada sensibilidad, me pongo mala, de seguro... Di a Juan que me suba aquí alguna cosa ligera... Lo dejo a tú elección... Ya conoces mis gustos, hija mía. Muy bien, señora. Y Beatriz abandonó el gabinete..
Al cesar en 1835 D. Francisco Enriquez en su cargo de intendente de ejército y superintendente jeneral subdelegado de la hacienda pública en Filipinas, publicó una memoria razonada del estado del tesoro en aquellas Islas, manifestando cómo le recibió y cómo le dejó á la salida de su destino.
Usando, pues, desta industria, en menos de un mes trujo más provecho a la compañía que trujeron cuatro de los más estirados ladrones della; de que no poco se holgaba Preciosa, viendo a su tierno amante tan lindo y tan despejado ladrón; pero, con todo esto, estaba temerosa de alguna desgracia; que no quisiera ella verle en afrenta por todo el tesoro de Venecia, obligada a tenerle aquella buena voluntad los muchos servicios y regalos que su Andrés le hacía.
Para el caso de que despues de repetidos anuncios y avisos no hubiese quien se presentase á reclamar, deberian fijarse bases y reglas para pasar al tesoro esos bienes, por no ser ni útil ni provechoso á nadie que tales fondos existan como abandonados y sin dueño, y enteramente muertos como lo están.
Palabra del Dia
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