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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Ella no la iba á abandonar, nada tenía que temer; el P. Camorra tenía otras cosas en la cabeza; Julî no era más que una pobre campesina... Pero al llegar á la puerta del convento ó casa parroquial, Julî se negó tenazmente á subir y se cogió á la pared. ¡No, no! suplicaba llena de terror; ¡oh, no, no, tened piedad!... Pero que tonta...
No obstante, esas cavernas sombrías, en donde hasta acompañado de un guía y sin perder de vista los lejanos reflejos del sol, sentimos el corazón oprimido por el terror, eran los antros que habitaban nuestros antepasados.
En indescriptible pánico el cataclismo volcánico con raudo impulso titánico avanza, la campanada alarido es de terror; sigue el bronce, sigue el bronce con su clamoroso estruendo diciendo cuál crece el peligro horrendo, cuál se inflama la llama, y la Luna como forma de sangriento tabernáculo, alumbra el rojo espectáculo en su fantástico horror.
Detúvose de pronto y diose una gran palmada en la frente, como quien ata de improviso un cabo importante. ¡Tú, tú, tú!... Aumentóse su terror, y fuele preciso sentarse. ¡Ahorra lo entiendo todo! Ahorra me lo explico y lo veo clarro... ¡Santa Marría, lo que me está pasando!... ¿Qué? dijo Jacobo con ansia.
El solitario vio por la parte de Formentera un dragón inmenso que poco a poco avanzaba en la línea del horizonte, con larga cola de nubes, para devorar traidoramente al sol moribundo. Cuando la roja esfera, huyendo de este peligro, se sumergió en las aguas, agrandada por un espasmo de terror, la tristeza gris del crepúsculo despertó a Febrer de su alucinación.
Quedábase el tabernero entre barreras durante la corrida, animando al espada con su presencia y con los ademanes de un grueso garrote que no le abandonaba nunca. Cuando el muchacho descansaba junto a la valla, veía aparecer como un fantasma de terror la cara mofletuda y roja de su padre y la cabeza del grueso palo.
Despues de aquella hora maldita... No conozco el terror, estoy condenado a no esperimentar nunca el temor natural, ni los latidos de un corazon que hacen palpitar el deseo, la esperanza o el amor de alguna cosa terrestre... Pongamos en practica mis operaciones magicas.
Las conversaciones á solas con su hermana le infundían un terror que pretendía comunicar luego al esposo. «Todo está perdido... Elena es la única que sabe la verdad.» Desnoyers fué en busca del senador Lacour. Conocía á todos los ministros: nadie mejor enterado que él. «Sí, amigo mío dijo el personaje con tristeza , dos grandes descalabros en Morhange y en Charleroi, al Este y al Norte.
Inclinó la suya el conde para darle un beso en la frente y sintió sus labios abrasados por el calor de la fiebre. Gozó la criatura algunos momentos de sueño letárgico. Corrían de vez en cuando por su tierno cuerpo vivos estremecimientos. Despertó al fin dando un grito. ¡Luis, que me llevan!... ¡Míralos, míralos... ahí están! Sus ojos expresaban un terror pánico.
Hasta muy entrado el segundo tercio del siglo presente, el hermano Toribio y los Toribios en general han sido el tema constante de todas amenazas para infundir saludable terror á los chachos traviesos.
Palabra del Dia
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