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Actualizado: 7 de junio de 2025
Pero antes de que terminase la operación y pudiera volver la cabeza, sintió una boca ávida que acariciaba su nuca. No; aquí no dijo con tono suplicante . Seamos serios. Y mientras él, rebelde á estas exhortaciones, insistía en sus apasionados avances, la voz de Margarita volvió á sonar sobre el estrépito de ferretería vieja que lanzaba el automóvil saltando sobre el pavimento.
Vió por encima de ella todo el cuerpo de su adversario, guerrero obscuro, condenado á morir más ó menos pronto á causa de las heridas recibidas por una tierra que no era la suya y por una causa que era la de todos los hombres. ¡Tres! dijo el coronel. Pero antes de que terminase esta palabra sonó un tiro. La hierba del suelo se agitó en ondas que se alejaron bajo el rebote de la bala invisible.
Caminaban tomadas del talle, lo mismo que si fuesen compañeras de pensión, y antes de que terminase la noche iban a tutearse, entusiasmadas por una amistad que consideraban eterna y databa de unas cuantas horas.
Pocos días después de la conminación de su madre, en un instante de fervor y remordimiento, había prometido a Su Divina Majestad ingresar a la Orden del Carmelo apenas terminase sus estudios, y aquel voto, lanzado en rapto de pasión, veíalo ahora suspendido a una altura inaccesible encima de su ánimo. Sin embargo, era menester cumplir.
Pues me encontré a mi perseguidor hablando familiarmente con el Padre. Quise aguardar desde lejos a que terminase aquella plática, y el Padre me vio, y me dijo: ¿Qué se le ofrece a usted, señorita doña Manuela? No deje de hablarme ni se retraiga porque vea aquí a este caballero. El, su madre y otros individuos de su ilustre familia, son amigos míos de toda la vida.
Pasaba los días agitado por el vehemente deseo de que llegase pronto la noche, que terminase la cena en familia, para subir a su cuarto y salir después cautelosamente, apenas quedaba silenciosa la casa, con la calma del sueño. No adivinaba la extrañeza que esta conducta debía producir en su madre, al ver cerrado su cuarto toda la mañana mientras él dormía con la fatiga de una noche de amor.
Fermín le encargó anunciase a don Luis que pasaría a verle así que terminase su comida, y cerrando la puerta del camarote se quedó solo con Rafael. Vamos, hombre dijo señalándole los platos: ponte de eso. Yo no como contestó Rafael. ¿Que no comes? Vaya... pasarás del aire como todos los enamorados... ¿Pero beber sí que beberás? Rafael hizo un gesto, como extrañando lo superfluo de la pregunta.
Cualquier día levantaría ella el vuelo; lo había dicho muchas veces, se marcharía pronto, cuando terminase la primavera. ¿Qué le quedaba a él?... Obedecer a su madre; se casaría y tal vez esto le distrajese. Poco a poco iría creciendo su afecto por Remedios y tal vez llegase a amarla con el tiempo. Estas reflexiones le daban un poco de tranquilidad; le sumían en una inconsciencia agradable.
Deseaban todos que terminase cuanto antes el desfile de los cartelones grasientos. Entre las delicadas criaturas que ocupaban las galerías altas hubo ciertos conatos de desmayo. Las matronas sacaban sus frasquitos de sales para reanimar el dolorido olfato. En el estrado de los senadores se oyó la voz del terrible Gurdilo.
Antes que éste se terminase, comenzaron a salir por las trampas del escenario hasta una docena de diablos con sendas y enormes pelucas de estopa, el rabo de etiqueta, y teas encendidas, en las manos.
Palabra del Dia
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