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Actualizado: 7 de junio de 2025
«El coronel Iglesias dijo Barbarita, que deseaba terminase el relato . De buena escapó el país... Bien, Jacinto, supongo que almorzará usted con nosotros». Pues ya lo creo dijo el Delfín . Hoy no le suelto; y pronto mamá, que es tarde. Barbarita y Jacinta salieron. «¿Y Salmerón qué hizo?». Yo puse toda mi atención en Castelar, y le vi llevarse la mano a los ojos y decir: ¡qué ignominia!
Acostumbrado el sacerdote a adivinar el estado de ánimo de los públicos, aceleraba sus gestos, llevaba la ceremonia a todo galope mascullando frenéticamente sus latines, reanudándolos antes de que terminase sus respuestas el ayudante con sotana negra. Este ayudante era don José, el cura español, encogido, humilde, para ganarse las simpatías de las señoras que admiraban al abate.
Era hora de que terminase su rabia de aventuras, su deseo loco de tentar lo imposible, arrostrando los peligros más absurdos.
Y cada vez que terminase un verso... un beso; a cada estrofa concluida, seis, doce... una lluvia; y cuando diese fin a la obra, él la leería con su voz de oro, y ella escucharía arrodillada a sus pies adorándolo como un dios: «¡Oh, mi novio, mi Tannhauser!... ¡Poeta colosal!».
El ama, aunque a regañadientes, tuvo que aproximar a la cama el veladorcito y dejar en él encendida una vela. Durante todo esto no estaba ociosa la lengua del ama. Inesita casi respondía siempre por monosílabos, deseosa de que terminase la charla y de quedarse sola; pero el ama estaba en vena aquella noche y no acababa con sus reflexiones y discursos.
No por hacer callar a la maledicencia, de la que nadie se acordaba, a no ser Bonis, sino porque no había manera decorosa, ni aun medio decorosa, de continuar cubriendo las apariencias, ni tampoco recursos para seguir manteniendo los grandes gastos que causaban aquellos restos de la compañía disuelta, se comprendió la necesidad de que terminase aquel estado de cosas, como le llamaba Reyes.
Esta obra y la del crucero continuaban lentamente por falta de medios, y deseando el obispo D. Antonio de Pazos y Figueroa que se terminase, el dia 9 de enero de 1584 se presentó en el cabildo á tratar este asunto. Para ello se congregaron en la sala capitular el clero catedral y los enviados de la ciudad, que tambien deseaba ver finalizada la grande obra.
Aun prescindiendo de todos los enormes males que la guerra trae consigo, sólo porque no se volviese á hablar de tan trillado, sobado y fastidioso asunto, debiéramos rezar para impetrar del Altísimo que la guerra terminase, aunque fuera por virtud de un milagro, como el de la botadura del Princesa de Asturias.
Al fin vino a hallarse a corta distancia, casi a la vista de Sagres, como si la Providencia dispusiese que en el punto que había hecho famoso el Infante don Enrique, iniciador de los grandes descubrimientos, terminase su viaje el hombre que iba a cerrar el ciclo y a dar comienzo a nueva Era. No todas las dificultades se habían allanado. Nadie hasta el fin puede cantar victoria.
Es como si a un arquitecto se le dijese: «La casa construida por usted está mal cimentada, pero puede sobrevenir un terremoto y devolverle su equilibrio.» Todos estaban conformes en que la enferma entraba en una crisis, pero nadie, ni el propio señor Delviniotis, se atrevía a asegurar que no se terminase por la muerte. Germana deliraba. No reconocía a nadie.
Palabra del Dia
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