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He mirado tus ojos serenos, me he bañado en su luz tardecina, y he logrado saber tus angustias, y he logrado leer tus desdichas. Hay un dardo mortal en tu pecho y en tu frente una sombra querida, una tenue tristeza en tu rostro y en tu boca una vaga sonrisa... algo raro que es todo un misterio, que nadie lo acierta y no lo adivina.

D.ª Eloisa y la criada se volvieron; marcharon hacia un rincón de la estancia y sollozaron fuertemente. La lluvia batía en aquel momento los cristales emplomados del balcón con triste repiqueteo. Las cortinas sucias ya, de muselina antigua, cernían tenue claridad en la alcoba.

En ninguna parte como aquí advertiréis el encanto, la simpatía, el ángel, dicho sea en andaluz, que despiden de , como tenue fragancia, las cosas vulgares, o algunas de las infinitas cosas vulgares que hay en el mundo.

Había oído claramente la voz de su esposa que le llamaba desde adentro. Pasada la alucinación, siguió bajando, abrió la puerta exterior con la llave que colgaba del pasador, y salió a la calle. Aun no había amanecido; pero en el Oriente parecía una tenue claridad precursora del día. La mañana estaba fresca. Caía del cielo un agua menudísima de niebla marina. Sin vacilar se dirigió al muelle.

Su cuello se inclinaba hacia delante con una esbeltez anémica, una fragilidad que marcaba bajo la piel los tendones y arterias, dilatados por la tenue emisión de la voz. De pronto, la cara invisible se volvió hacia ellos, como si acabase de notar su presencia.

Francamente, con todas esas riquezas y vuestros recuerdos de niña, ¿envidiaríais la suerte de la camarera mayor de la reina de todas las Españas? Pues, no obstante, una joven está allí sola; el crucifijo, la mesita, la reja, la cama, el perfume dulce y tenue, todo lo tiene; pero ella no mira ni la pradera, ni el baile, ni el sol que se oculta resplandeciente.

Tamiza la luz una persiana verde, y una tenue cortina blanca de hilo vuelve a tamizarla y la difluye con claridad suave. Reina un profundo silencio; de rato en rato suena el grito agudo de un pavo real. Las palomas, que en el palomar de arriba saltan y corren, hacen sobre el techo con sus menudas patas un presto y entrecortado ruido seco. La alcoba es amplia y clara. Recibe la luz por un balcón.

Contrajo sus párpados para ver mejor, y al fin, junto al borde de una nube, distinguió una especie de mosquito que brillaba herido por el sol. En los breves intervalos de silencio se oía el zumbido, tenue y lejano, denunciador de su presencia. Los oficiales movieron la cabeza: «FranzosenDesnoyers creyó lo mismo. No podía imaginarse las dos cruces negras en el interior de sus alas.

Petra vio que estaban solos... y se echó a llorar. Don Fermín hizo un gesto de impaciencia, que no vio Petra, porque tenía los ojos humillados. Había querido hablar el canónigo, pero no había podido; sentía en la garganta manos de hierro, y por el espinazo y las piernas sacudimientos y un temblor tenue, frío y constante. ¡Pronto! ¿qué pasa?... pudo preguntar al cabo.

Las niñeras adornadas con cintas de mil colores, llevaban bajo sus largas capas el dulce peso de los bebés, en tanto que las siluetas pálidas y quebradas de los viejos, paseaban sus cuerpos fatigados al tenue ardor de aquel sol de diciembre.