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Actualizado: 31 de mayo de 2025
¡Ir en el mismo coche, tenerla al lado, aspirar su perfume, rozar la seda de su traje, verla pensativa, con los brazos cruzados, bañada por la luna de Filipinas que presta á las cosas más vulgares idealidad y encantos, era un sueño que Isagani no se esperaba! ¡Qué miserables eran los que se retiraban á pié, solos, y tenían que apartarse para dejar paso al rápido coche!
Por ahora a quien servía con lealtad era a Mesía; este pagaba en amor, aunque era algo remiso para el pago, y ella le ayudaba cuanto podía, porque ayudarle era satisfacer los propios deseos: hundir al ama, tenerla en un puño, y burlarse sangrientamente, del idiota del amo y del indino del canónigo.
Díjoles, pues, el que hacía cabeza sin tenerla: Supuesto que ustedes van a la revolucionaria villa de Madrid, la cual se ha sublevado contra Álava, vayan en buen hora, y cárguenlo sobre su conciencia: el gobierno de esta gran nación no quiere detener a nadie; pero les daremos pasaportes válidos. A
Dejad á ese bandido tendido en el polvo. Y ahora, muchachos, formad en línea, á bastante distancia uno de otro, y empiece el ojeo; aprestad las ballestas y yo os procuraré caza como el mismo rey no puede tenerla. Norris, aquí, á la izquierda; Jacobo el Rojo á la derecha. Eso es. Mucho ojo con los matorrales, y un cuartillo de vino para el buen tirador que acierte á la pieza.
El maestro Villalpando, por su parte, «había tenido de muchos años muy particular comunicación con una beata, á quien tenía por maestra y rendida la obediencia, á cuya casa acudía muy de ordinario de día y de noche, hasta muy tarde, á las diez y las once, donde lo hallaban cuando lo buscaban para salir á dar los Sacramentos á los enfermos de la parroquia donde era cura, y muchos ratos de la noche estaba con ella sin el menor escrúpulo á oscuras, y entraba en la dicha casa de noche y de madrugada por una puerta falsa con llave que él tenía de ella, y que tenía retratos de la dicha beata, unos pintados, otros de talla, en barro, y los abonaba y encarecía, diciendo que los había hecho por tenerla por mujer muy santa».
Para ser periodista político no se necesita más que tener mala intención. «¡Pero tú, Antonio, me dirás , no tienes mala intención!» Es verdad: yo no la tengo, pero a veces hago un esfuerzo y consigo tenerla.
Si usted no quiere tenerla en casa, yo me encargo con mucho gusto de ella, Amalia dijo María Josefa, que estaba un poco apartada paseando a la niña y arrullándola para hacerla callar. No he dicho que no quería manifestó con viveza la dama. Recogeré esa niña, porque tengo más obligación que nadie, ya que me la confían... Pero, como usted comprende, para hacerlo necesito contar con mi marido.
Al otro día cupo a Julián la honra de encender la efímera lucecilla de la inteligencia naciente en la criatura, paseándole no sé qué baratijas relucientes delante de los ojos. Julián iba perdiendo el miedo a la nena, que al principio creía fácil de deshacer entre los dedos como merengue; y mientras la madre enrollaba la faja o calentaba el pañal, solía tenerla en el regazo.
No es lo mismo ver a una mujer cortos instantes, y hablarla de Pascuas a Ramos, que tenerla a su lado eternamente. ¡Qué más quisiera yo, Cecilia! Tenerla junto a mí siempre, ¡siempre! replicó en voz baja y temblorosa el ingeniero, jugando con el abanico y mirando fijamente al suelo.
Señorita, y ¿con qué título puedo yo permitirme comentar sus actos ni aquilatar sus gustos? No se trata de eso. ¿Es que le parece a usted mucho dinero? Cuando yo tengo confianza con Vd., debía Vd. tenerla conmigo. El marco es hermoso y vale lo que cuesta. No es Vd. sincero. ¿Por qué, señorita? Se lo conozco a Vd. en la cara; sea usted franco, hombre, sea Vd. franco.
Palabra del Dia
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