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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Si algo pudo mitigar el dolor de Fernando, fue el testimonio de respeto que en aquella ocasión se apresuró a darle la espuma de la sociedad madrileña: más de doscientos coches particulares siguieron el entierro de la pobre Mercedes; S. M. mandó el coche de respeto con los lacayos enlutados; después se recogieron a la puerta más de seiscientas tarjetas de pésame, y a los funerales que por el eterno descanso de su alma se celebraron en San Isidro, acudió un sinnúmero de personas de calidad, y en representación de S. M., el mayordomo de Palacio.

Le han hecho firmar un sinnúmero de tarjetas postales con «pensamientos» filosóficos y galantes para ellas y para todas sus amigas coleccionistas; le han sacado retratos con autógrafo, y ahora, terminada la explotación, no se acuerdan de él. Es un sabio de malas ideas. El abate las acapara a todas.

Nosotros deslizábamos de cuando en cuando una mirada hacia la puerta, como si quisiéramos decir: ¿Cuándo nos verémos en la calle? Estábamos sudando como pollos. La situacion se hizo ya tan embarazosa, que ni mi mujer ni yo sabiamos qué hacer. Nosotros nos rendimos, capitulamos á su sabor, tomamos dos tarjetas con orlas y dorados, y nos dimos en cuerpo y alma á bajar la escalera.

Al pie de la escalera, un enorme oso de Noruega sentado gravemente sobre sus patas de detrás, presentaba con las de delante una bandeja de plata destinada a recibir las tarjetas de visita. Era este un capricho del príncipe de Gales que había visto Currita en el palacio de Sandringham, y apresurádose a copiar a costa de dinero.

Y como la vecindad de mi enemigo hacía peligrosos aquellos sitios, ordené al cochero que me llevase de prisa a mi casa, donde me entretuve en escribir los sobres y enviar las tarjetas que me quedaban a las personas que conocía, y en leer por centésima vez los versos que por la noche había de presentar a la admiración de los sevillanos.

En los desvanes de la casa había encontrado él, amarillas por el tiempo, varias cartulinas de visita con el nombre del rico sacerdote: tarjetas grabadas con emblemas, como empezaron a usarse en el siglo XVIII. En el centro de la tarjeta aparecía una cruz leñosa con una espada y una rama de olivo; a ambos lados dos corazas, una con la cruz del Santo Oficio, otra con dragones y cabezas de Medusa.

De venta en todas las librerías y en las bibliotecas de las estaciones á 4 ptas. en rústica y 5 lujosamente encuadernado en tela. Agotada rápidamente la primera edición, acaba de publicarse la segunda, que contiene numerosos formularios para toda la correspondencia, tarjetas, telegramas é impresos, forma nueva de correspondencia en la vida de relación.

Gracias; la salud de Juan no me inquieta; apostaría que se nos va a presentar con alguna Gretchen; hay que ser alemana para consentir en llamarse señora Durand. Es como para afligir: ¡señora Durand! ¡mamá Durand! Todos los nombres pueden ser ridiculizados así... ¿Entonces , para casarte, tendrás en cuenta el nombre que llevarán tus tarjetas?

Nadie se acordaba ya de las diplomáticas tiranteces entre los «pingüinos» y las «potencias hostiles». El doctor Zurita dio tarjetas a Maltrana y Ojeda. Su cortesía era un tanto ruda, pero ingenua, verdadera.

Con el espantoso desequilibrio que trajeron al menguado presupuesto, las botas nuevas y otros artículos de verdadera superfluidad, como pomada, tarjetas, etc., en los cuales fue preciso invertir sumas de relativa consideración, se quedó Frasquito enteramente vacío de barriga y sin saber dónde ni cómo había que llenarla.

Palabra del Dia

bagani

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