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Actualizado: 17 de julio de 2025
Usted, por lo pronto, como si ya se hubiese ido. Puede usted buscar otro sitio donde servir, que yo no tolero que ningún criado se me quiera imponer. El cocinero quedóse otra vez inmóvil y estupefacto ante aquella brusca despedida; pero reponiéndose en seguida giró sobre los talones, diciendo con dignidad: Está bien, señora; lo buscaré.
Ella, tan débil, que apenas podía mover las manos, retorcía su armazón de huesos con la fuerza extraordinaria de la angustia, y tales eran sus impulsos, que la tía apenas podía contenerla entre sus brazos. Apoyándose en los talones se levantaba, doblándose como un arco, con el pecho abombado y jadeante, el rostro crispado y azul.
El marqués se rascó la punta de la oreja, y le contestó que la sociedad necesitaba un desagravio, y que pues en el Puente había dado el escándalo, era preciso que en el Puente se ostentase una obra cuyo mérito hiciese olvidar la falta del hombre para admirar el genio del artista. Y con esto, su excelencia giró sobre los talones y tomó el camino de la puerta.
Si nos hacen prisioneros, seremos colgados; si nos entregamos, también; combatamos, pues, como bravos marineros, y quién sabe si, como dice el proverbio, apretando los talones, salvaremos los calzones. ¡Voto a tal! muchachos, El Gavilán ha echado a pique a un gran buque sardo de tres palos en las costas de Sicilia, después de dos horas de combate; ¿por qué ha de temer a esa corbeta del pabellón azul?
Yo soy «gallardista», ¿sabe usté?... Yo le he aplaudió más veses que usté pué figurarse. Le he visto en Seviya, en Jaén, en Córdoba... en muchos sitios. Gallardo se asombró de esto. Pero ¿cómo podía él, que llevaba a sus talones un verdadero ejército de perseguidores, asistir tranquilamente a las corridas de toros?... El Plumitas sonrió con expresión de superioridad. ¡Bah! Yo voy aonde quiero.
Yo comprendí que era el momento preciso de retirarme con disimulo, y giré furtivamente sobre mis talones, cuando oí que don Guillén, con acento entre alarmado y severo, me decía: ¿Qué va usted a hacer? Aguarde un instante; tengo que pedirle un gran favor. Es menester que me ayude a improvisar un acomodo donde mi hermana descanse unas horas.
Unas veces aquí, otras en la provincia de Alicante, después por cerca de Albacete: siempre nos iban pisando los talones; pero nosotros, francés que pillábamos lo hacíamos polvo. Aún me parece que los veo: «¡Musiú... pardón!» Y yo, ¡zas, zas! bayonetazo limpio.
Luego giró lentamente sobre los talones por miedo a caerse y dió algunos pasos hacia la escalera, que comenzó a bajar con pie vacilante. Su padre, excitado por los gritos de la Amparo, avanzó hasta la barandilla y siguió repitiendo, cada vez más colérico, extendiendo su mano trémula como un barba de teatro: ¡Fuera! ¡Fuera de mi casa!
De repente exclama el primero, en la misma postura y dándose con los talones desnudos en las asentaderas: Yo voy á comer torrejas ... ¡anda! Y yo tamién contesta el otro con idéntica mímica. Pero las mías tendrán miel. Y las mías azúcara, que es mejor. Pues en mi casa hay guisao de carne y pan de trigo pa con ello.... Y mi padre trijo ayer dos basallones ... ¡más grandes!...
Volviéron al cabo al sitio donde etaban primero, habiendo visto la balsa, casi imperceptible para ellos, que llaman el Mediterráneo, y el otro estanque chico que con nombre de grande Océano rodea nuestra madriguera; al enano le daba el agua á media pierna, y apénas si se habia mojado el otro los talones.
Palabra del Dia
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