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Actualizado: 16 de mayo de 2025
«Bien fusilada está afirmaba interiormente su autoritarismo de hombre enérgico acostumbrado á mandar hombres . ¿Qué hubieses hecho tú al formar parte del tribunal que la condenó?... Lo mismo que los otros. ¡Piensa en los que han muerto por ella!... ¡Recuerda lo que dice Tòni!»
Luego sonrió malignamente, y dijo en voz baja: Ya sabes que nos conocemos, y no ignoro que en tu juventud has hecho el contrabando. Se irguió Tòni con altivez. Ahora era él quien se indignaba. He hecho el contrabando; ¿y qué hay de extraordinario en eso?... También lo hicieron tus abuelos.
Había vendido atropelladamente la casa de sus abuelos allá en la Marina, las viñas, toda la herencia del Tritón, cuando adquirió el Mare nostrum. Su deseo era que Tòni rescatase estos bienes, instalándose en el antiguo domicilio de los Ferragut. Tienes dinero de sobra para eso y mucho más. Pero el segundo no se reanimó con estas afirmaciones optimistas.
Este le recibió volviendo el rostro, evitando su mirada, con un gesto complejo y contradictorio. Sentía la cólera de su vencimiento, la vergüenza de su debilidad, y junto con esto la gratitud instintiva del que se ve librado de un mal paso por una mano violenta que lo maltrata y lo salva. ¡Quédate, Tòni! dijo con voz sorda . Nada hay de lo dicho.
Manifestó Tòni el mismo deseo. ¡Ojalá no viesen más á esta rubia, que traía la desgracia!... En los días siguientes, el capitán apenas abandonó su buque. No quería encontrarse con ella en las calles de la ciudad: dudaba de la dureza de su carácter; temía ceder á sus ruegos al verla otra vez llorando y suplicando. Se desvaneció la inquietud de Ulises al quedar terminada la carga del buque.
Tòni lo había visto hecho otro hombre, con la barba recortada, vistiendo lo mejor de su equipaje, delatando en el arreglo de su persona un esmero minucioso, una voluntad decidida de agradar. EL rudo piloto hasta había creído percibir al hablarle cierto perfume femenil igual al de la visitante rubia. Esta noticia era la más inaudita para Caragòl.
En el primer mes de esta nueva vida, un suceso extraordinario turbó su plácida tranquilidad. Llegó una carta, un pliego con membrete de un café del Borne y unos cuantos renglones de letra gruesa y defectuosa. Era Toni Clapés quien le escribía. Le deseaba muchas felicidades en su nueva existencia. En Palma todo continuaba lo mismo.
El rudo Tòni experimentó el mismo deslumbramiento que había perturbado á todos los del buque. ¡Qué mujer!... En el primer instante excusó y comprendió la conducta de su capitán. Luego, sus ojos quedaron fijos en ella con una expresión de alarma, como si su presencia le hiciese temblar por la suerte del vapor.
Semanas antes había recibido una segunda carta de su amigo Toni Clapés, el contrabandista. Estaba escrita también en un café del Borne: cuatro líneas garrapateadas de prisa para hacer presente su buen recuerdo. Aquel amigo rudo y bondadoso no le olvidaba; ni siquiera parecía ofendido por haber quedado sin respuesta su carta anterior. Le hablaba del capitán Pablo.
Esto lo supo Tòni por el capitán de un vapor español que acababa de llegar de Marsella, precisamente un día después que los periódicos de Barcelona relataron la muerte de Esteban Ferragut en el torpedeamiento del Californian.
Palabra del Dia
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